Estación Protesta, a la que llega el agua contaminada con basura y mercurio, la fauna mermada a punta de destrucción de sus hábitats, el aire enrarecido con exceso de partículas extrañas (incluyendo ruido), los que van por las vías atoradas debido a la estrechez y la sobrevehiculización, las personas enloquecidas por la burocracia papelo-maniática, los usuarios de redes ya hartos de mentiras y conceptos sin sentido, el exceso de publicidad gubernamental con la que se cubren otros hechos (la verticalización desaforada, por ejemplo), en fin, que la estación se mantiene llena de gente que no está contenta y el descontento se debe a la gobernabilidad deficiente, la falta de empleo decente, los modelos educativos impuestos y a la incapacidad de crear país en la que se empecina el Ejecutivo (y con él el Legislativo) reprimiendo toda posibilidad de desarrollo económico y crecimiento social.
Es claro que la gente no está contenta. Y esa gente es mucha y pertenece a todas las clases sociales, ha estudiado de todo (aún lo prohibido) y ejerce los más variados oficios, lo que le permite ver el mundo de manera diferente y esto le da la opción al debate, la enseñanza y la construcción en grupo. Y si bien se puede argumentar sobre el individualismo existente en algunos sectores, lo cierto (especialmente pasa a los jóvenes) es que se ha aprendido a trabajar en grupo, a tolerar al otro y a pensar en conjunto, que es la mejor manera de pensar para que lo que uno sepa quede enriquecido. Y bueno, esta gente que aprende por distintos lados, que confronta y tiene ideas, es la que no está contenta, la que desobedece y quiere que la oigan. Ya se sabe: en los viejos no está la razón sino el camino. La razón la construyen los que se ven futuros y buscan solucionar el problema.
El descontento de la gente tiene raíces: la destrucción del planeta debido a un ejercicio desmedido de la codicia, las sociedades fracturadas por la corrupción y la mentira, la economía convertida en econometría, y la falta de preparación en quienes están al mando y que, sin autoridad (demostrar que saben hacerlo y hacen), se valen del poder para ejercer sus cargos como sátrapas, dictadores, absolutistas o dioses menores, seres estos propicios a la vida corta, que no se mide en años sino en tranquilidad.
Acotación: La gente está descontenta en muchas partes de la Tierra, y quizá este descontento (que corre como fuego en yerba seca debido a las redes), sea el inicio de otros tiempos, de sociedades más inteligentes o de desiertos tecnológicos, mundos de Gran Hermano (la represión corporal y mental) o al fin sociedades más equitativas de clases medias más grandes y más humanas. Lo cierto es que algo va a pasar y no hay modelo viejo que valga. El cambio será nuevo.