Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Summa (algo parecido a lo de Tomás de Aquino), a la que llegan los navegantes cibernéticos, los apasionados con las nuevas tecnologías, los robots superados en más funciones y menor espacio, los que están asustados porque las enciclopedias cada vez son libros más viejos y desactualizados, los que hacen minería de datos, los que tratan de hacer trabajos escritos rápido, copiando lo que sea; los que hacen preguntas buscando la respuesta más aceptada, los que juegan con palabras y tratan de poner en aprietos al sistema, los que están emocionados porque han llegado tiempos de poder conversar con máquinas inteligentes (aunque no tanto), los profesores que preparan clases a las carreras y los algoritmos les arman el tema, los que buscan empleo y necesitan más información sobre oficios. Incluso, los que preguntan por qué la vida está tan cara y cuál sería una dieta barata y la mejor manera de moverse ahorrando combustible, lo que incluye también la adopción de una mascota mecánica que no coma ni orine. Y el sistema responde y de cada cosa hay lo básico, si se sabe preguntar.
Isaac Asimov, en su cuento La última pregunta, habla de una máquina, la Multivac que, para el 21 de mayo de 2061, ya está tan completa en términos de inteligencia artificial que hasta se da vacaciones. Y en El hombre bicentenario, Asimov plantea un robot que reclama que lo incluyan entre los humanos (que le den ciudadanía), pues hace más que ellos y responde de manera más efectiva, aun sentimentalmente. Y esto, que comenzó siendo ciencia ficción, hoy ya es una probabilidad muy alta con sistemas como chat openai GTB (ya hay varios), que cumplen con proporcionar conocimiento positivo (lo probado o admitido) que carezca de artificios, calificativos e intromisiones de fantasías y malevolencias.
En la Edad Media (que se parece tanto a la nuestra en cuestión de credulidades), filósofos como Maimónides y Tomás de Aquino, se hicieron la pregunta de qué conocimiento era necesario adquirir para entender el mundo y cuál sobraba porque confundía. Por eso escribieron Summas (de sumun, esencia), como La guía de perplejos y La Teológica. Y en ellos los siguió Guillermo de Ockham, con su famosa navaja: de lo que sabemos, quitar lo que no sirve o estorba. Y bueno, la inteligencia artificial (IA), funciona más o menos así, produciendo datos que serían objetivos (lo más preciso hasta ahora) para, a partir de ellos, pensar situaciones nuevas, todavía no existentes. Y por ahí vamos, mirando pantallas.
Acotación: ¿Cuánto conocimiento puede tener un ser humano? No mucho, pues hay demasiado. ¿Cuánto puede almacenar una máquina? Muchísimo. Lo que no tiene la IA es subjetividad y tampoco inteligencia, pues estos dos valores se construyen permanentemente y aparecen según la situación y el lugar. Por ahora, creo yo, tenemos el diccionario electrónico más completo y actualizado de la historia.