Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Pre-Apocalipsis (que incluye infocalipsis), a la que llegan gentes con cajitas con pastillas de yodo estable que bloquean la glándula tiroides contra el yodo malo de la radiación proveniente de daños en plantas nucleares, acompañadas de los que se quejan de la falta y encarecimiento de combustibles, energía y gas; que son seguidas por opositores que mienten y crean pánico, smombies que no sueltan los celulares alimentándose de emociones diversas y de financistas que hablan de recesión, estanflación e inflación. Y en la misma fila, hombres y mujeres recontagiados con pestes, gerentes que ven cómo sus empresas pierden mercado, trabajadores que temen quedar en la calle, amas de casa que notan cómo sube sin parar el precio de los alimentos, seguidas por predicadores del fin del mundo, depresivos que ya no quieren moverse, paranoicos que ven rusos por todas partes, gentes que compraron caros dólares que se devalúan, neuróticos que comen uñas, miran feo y hablan peor, etc. Toda esta gente del pre-apocalipsis tiene miedo y, por contagio nosotros.
Los seres humanos (si es que quedan algunos), como cualquier organismo vivo con cerebro y sentidos, somos seres propicios al miedo. Y debido al miedo nos hemos vuelto inteligentes y razonables, pero también irracionales cuando no enfrentamos y analizamos bien lo que pasa, estableciendo causas, efectos y conexiones. Y este miedo, que se ha usado en política para poder gobernar (la frase es de Albert Camus), se está usando hoy de manera múltiple, en especial a través de las redes en las que cualquiera posa de científico de asteroides peligrosos, experto en guerras nucleares, analista de hechos políticos turbios, conocedor de extraterrestres, economista con prospectivas de destrucción, profeta del apocalipsis, conocedor de virus y pandemias latentes, sin que falte el que diga que todo es castigo de D-s, como si el mal provocado y la información mentirosa no fuera producto nuestro, que creemos, obedecemos sin quererlo hacer y actuamos sin cuestionar.
El mundo se nos acabará algún día (desapareceremos como especie), pero los preámbulos serán miedos. Esto lo tienen claro los escritores de distopías (Paul Auster es el más verosímil en su libro El país de las últimas cosas), pero antes se vivirán las distopías mentales, Hasta finales del siglo XX, nos informábamos de las cosas que habían pasado. Pero ahora (de aquí el miedo creciente) nos estamos informando de las que todavía no han pasado, pero damos por posible y cercano. Y así, con la espada de Damocles en el cuello, el futuro es un miedo que nos devora como quiere. Y entonces, deliramos.
Acotación: De la razón pasamos a la especulación, de la noción de futuro al miedo, del contacto con el otro al encierro. Y vamos mal