Estación Oportunidad, a la que llegan unos a husmear porque no se la creen (son los que todo lo ven por encima y les falta seguridad) y otros entran a ella con buenos fundamentos, moral sólida, criterios de cooperación y crecimiento colectivo. Claro que también están los que dicen que todo es un cuento (cuidándose de hablar de cuentos chinos, porque estos ya se están cumpliendo), añadiendo que las oportunidades ya no las dan, sino que están amañadas y obedecen a intereses turbios, a roscas, a compromisos en los que se reparten utilidades, a posibles herencias etc. Y en este ir y venir, algunos con la ilusión de que la oportunidad funcione sola y rente mientras ellos duermen (o la rondan esperando poder arrebatar algo), la Estación se mantiene ahí, con gente que lee periódicos, habla con otros, carga libros, sin que falte el que mira con desdén o, estando ahí, niegue lo que pasa o se altere viendo a otros. El pesimismo es píldora que muchos toman por la mañana para salir a lucir su toxicidad.
Pero la oportunidad no es una fragmentación (oportunidades por allí, por allá) sino una: la vida. Y como en ella está todo lo posible y es lo único que tenemos y podemos comprobar, vivir implica conocer, saber, entender y relacionar para construirnos en grupo (la vida del hombre solo es solo presencia marginal). De aquí la necesidad de vivir decente y de la vida como derecho y al mismo tiempo deber. La decencia (del latín decens, apropiado), indica lo que es conveniente hacer y la manera más apropiada de pensar, actuar y construir (para eso se enseña la ética, el comportamiento debido), es decir la decencia indica inteligencia, fundamentos y, en consecuencia, progreso.
Pero pareciera que la codicia de dinero y honores fatuos, el deseo de no envejecer y ser maniquís de vitrina, está acabando con la decencia para darle paso a la sicopatía, esa ausencia de culpa frente a los errores y desmanes que se cometen. Ya en muchas películas se muestra la metáfora de la indecencia: los zombis, seres de ficción que buscan existir a toda costa (violando todas las normas), sin que les importe que sus actitudes sean brutales, dañen todo a su paso y generen terror; algo que bien se nota en los totalitarismos y en los mundos de la corrupción. Zombis inmorales, zombis políticos, zombis rellenos de silicona, zombis económicos. Y su vida: un delirio con la indecencia puesta a la vista.
Acotación: la decadencia, que ha marcado muchas épocas de la historia, comienza con la indecencia y los libertinajes que contiene, siendo el libertinaje la idea de libertad que tenían los esclavos: ya que somos libres, hagamos lo peor. Y entonces, asistimos a un país abundante en indecencias, mentiras continuadas y todo lo deseable para cometer errores. Libertad y desorden. Inferno avanti