Estación Desalojo, a la que llegan compradores de viejo, negociantes que buscan oportunidades, gente que se vale del derecho y construye con leyes todo tipo de artificios, deudores situados en primera fila (para ver qué pasa si no se paga), acreedores que no pierden detalle y miran con lupa hasta los clavos, asesores espirituales (al asunto hay que meterle a D’s), basureros (recicladores, si se quiere) que van por los restos, brujos con ensalmos y collares, asesores que van de una teoría a otra, consultores que muestran cifras y cuadros estadísticos, ministros que tratan de saltar a un lado, presidentes salidos de casillas tratando de que el país no se voltee. Y a todo esto, la tierra ardiendo, las presiones creciendo y en este viviendo (presente continuado y por esto los gerundios), lo más caliente son las palabras. Hay que ver ese infierno que son las redes.
Para deshacer un país, hay tres palabras: procrastinación (no hacer las cosas a su debido tiempo), corrupción (violentación de las leyes por dinero) y deudas crecientes. Así, países que pudieron planear sus recursos para industrializar y generar empleo, competir y abastecer sus mercados internos (que son los que crean un sistema económico estable), movidos por las deudas (promovidas por encantadores), se ven en la obligación de vender materias primas, dañar recursos naturales y al final hacer del territorio un algo enloquecido, pues la Tierra no es una canasta de mago (de donde sale de todo sin parar) sino un espacio de uso debido para que haya orden, vida y posibilidades para cada generación. Y si a esto (a una fisocracia enloquecida) se le suma la corrupción (querer hacer riqueza sin construir país) y un ejercicio político que no une sino que desune, lo que se siente es estar en un espacio que se deshace.
Deshacer es crear fragmentos, romper relaciones, impedir que lo uno ayude a lo otro, perder fuerza y, al final, no ver lo que es sino sus partes regadas, deformadas y ya muy difíciles de volver a unir. Y en este reguero, en el que la naturaleza y el sistema son los más afectados, América Latina deshace sus países en una cadena loca de economías extractivas que afectan el medio ambiente, ponen en peligro el agua y, en consecuencia la suerte de las ciudades; que arruinan el pensamiento humanístico y sueñan con la técnica como opción única para ayudar en esta extracción y no en la construcción de economías transformadoras que, a más de herramientas, necesitan de pensamiento.
Acotación: Deshacer un país para satisfacer las necesidades de producción de otros (que presionan con la deuda), no solo implica perder la espacialidad debida (sus cadenas naturales ordenadas) sino el futuro. Y ese futuro no es lo que hacemos sino lo que entendemos que se debe hacer sin dañar los recursos. Hoy ardemos, mañana ni eso.