Estación Histeria, a la que llegan los que no tienen datos, pero opinan; los que entendieron de cualquier manera y están exaltados, los que se ahogan en las redes y dan por cierto lo que ahí se dice sin análisis previos, los que siempre piensan lo mismo frente a cualquier cosa, los que solo buscan tragedias (masoquistas que son) para saber que están sufriendo y vendrán cosas peores, los que adivinan el futuro y hacen diagnósticos astrales o con cartas (sobre política, medicina y economía) para decir cómo irá el país, los que siempre tienen un culpable a la mano para señalar sobre cualquier cosa que pase, los deprimidos que buscan razones políticas a su depresión, los que incitan y acusan y, si pasa algo, se excusan (la calumnia ya no es delito); los tóxicos cada vez más venenosos y arteros, los youtubers analistas que viven de escándalos para obtener más clics, en fin, un montón de gente que no admite la estabilidad ni los inicios y busca errores por todas partes. Y, con toda esta sobrecarga, ahí vamos entre vientos encontrados.
Pensar es hacerse preguntas. Pero una pregunta, para que tenga sentido y obtenga una respuesta más completa, requiere de información previa que sepa dirigir lo que se quiere saber. Si voy a preguntar a qué se debe el movimiento, al menos debo saber que los cuerpos se mueven y unos distintos a otros. Si hago una pregunta sobre economía, busco antecedentes para que haya claridad en el cuestionamiento. Y podría decirse que un niño pregunta sin más profundidad que una emoción o una situación sobre la que desconoce todo, basándose en un simple por qué. Pero no es tan simple. El niño, que es un observador y tiene una inteligencia que sitúa y relaciona, al preguntar, de lo que carece es de palabras, pero no de sentido. Algo le dice pasa algo y, entonces, pregunta.
Pero en el mundo de los adultos, en que la educación es un previo para ver la realidad y entender, en el que ya sabemos investigar al menos de manera simple y confrontar con datos diversos, la pregunta debe tener mucho sentido. Por qué no se cae la luna, se preguntó Newton, por ejemplo. Y este sentido nace a que pensamos, relacionamos y buscamos el faltante. Pero parece que esto ya no se da debido a que pensamos sin profundidad y las preguntas nacen de emociones, prejuicios y falta de información. Y así se tira la pregunta como tirando un anzuelo, a ver qué se pesca pasa salir a gritarlo. No estamos bien, es claro.
Acotación: pensar no es recordar, es preguntarnos sobre la razón de algo que sabemos, de un por qué de una situación, conociendo algo de la que la antecede. Pero si preguntamos sin pensar antes, si emitimos un juicio sin elementos para juzgar...