Estación Política, a la que llegan oportunistas y enviados de D’s, dineros lavados y excedentes legales, intereses particulares que representan multinacionales o su propio bolsillo, fisiócratas hambrientos de más tierra con metales, medios de comunicación condicionados, teóricos del cambio inmediato inspirados en el coaching, apocalípticos (esta vez desintegrados, con perdón de Umberto Eco), gente de derecha que nunca ha leído a Joseph de Maistre e izquierdistas que siguen creyendo el librito rojo de Mao, salteadores de partidos (van de uno en otro), verdes que van contra la ecología y graduados en universidades extrañas (o en programas alquímicos) que posan de sabios y resultan muy dañinos, corruptos avezados y delfines que acaban siendo pirañas, sin que falten los que se creen influencers por su capacidad de hacer disparates, astrólogos que posan de asesores espirituales y masajistas que mejoran la imagen de candidatos, etc. Y, claro, los creadores de eslóganes que prometen efectos psicológicos ocultos, pues el votante sería tan maleable como un alambre de plomo.
Las teorías políticas actuales se caracterizan por ser una especie de contracultura, algo así como el fauvismo, movimiento artístico al que no le importaron las formas, sino los colores chillones. Así que ya no hay ideologías claras en las que se pueda educar el ciudadano, sino un caos compuesto por improperios (alabanzas de Viernes Santo), deseos desmesurados, incultura generalizada y una fraseología que salta por los aires como las serpentinas y aleluyas de papel de los sombreros de mago, llenando el aire de colorines y al fin haciendo basura.
Si hubiera ideologías (ideas a través de las cuales se ha visto el mundo para poder gobernarlo), uno como ciudadano estaría más tranquilo y, a la vez, más ilustrado, con una buena capacidad de argumentar y una manera de ver mejor la realidad. Pero no las hay y lo que ve uno son grupos oportunistas que se pegan de cualquier frase para tratar de cuadrar sus desenfoques y crear toda clase de emociones (opiniones dirán ellos) sobre unas masas que se parecen a las hinchadas del fútbol que claman goles y expulsiones. Y entonces, sin una base de entendimiento político, los partidos (por dentro desunidos) carecen de planes de gobierno que cubran todas las actividades del país. Nada dicen de la economía ni la salud, de la educación y las industrias, de las infraestructuras necesarias para competir ni de los polos de desarrollo para crecer la técnica y la ciencia, de las relaciones exteriores viables ni de la creación de ciudadanos competentes. Solo hay frases sin contenido, de esas que sirven para hacer memes y caricaturas.
Acotación: A nuestros partidos les falta educación política y analistas serios de país, carecen de intelectuales y de obras que demuestren que han construido desarrollo, mejor educación y empleo. Un partido no es una montonera delirante, eso es una horda. Un partido es educación política