Estación Desborde, a la que llegan los que gritan que así no es y lo que sucede es una conspiración; los que no admiten los hechos y tratan de convertirlos en otros, los que colocan el deseo por encima de cualquier evidencia y prenden luces de alarma frente a la realidad; los tejedores de apocalipsis (que son fauna variada) y los que se alteran con ira cada vez que lo que ellos quieren no se da. Y en estas desmesuras (psicoanalíticamente nacidas de frustraciones), donde las palabras se vuelven broncas y las caras se deforman, los cuerpos se alteran y las emociones no admiten ninguna razón, se da el asunto de la masa abierta de la que habla Elías Canetti (en Masa y Poder); masa a la que se entra para emocionarse y hacer catarsis de todo lo que asusta. En la masa abierta, que no exige cualificación sino deseos, se entra para machacar el miedo como en cualquier reunión de Nibelungos o de hinchas.
Es claro que todo encierro y desinformación constante genera angustias y emociones fuertes, alteraciones en el comportamiento y amagos de depresión. Y en estos días (que algunos llaman de cautiverio saludable, cosa que se cuestiona), de límites constantes y de temor a que el virus se haga presente (es un virus irrespetuoso que baila con el que quiere), los pequeños miedos (que eran los cotidianos) se han transformado en un gran miedo que insinúa perder cualquier esperanza (como canta Dante a la entrada de su infierno). Y en esta insinuación, como sucede con una tuerca que entra a presión, algo se rompe y la explosión comienza. Un gran miedo a lo que pasará, a los cambios en la economía, a las confabulaciones, a las pérdidas de poder y a una cotidianidad con temor constante.
La razón enseña a pensar en orden, a pensar antes de actuar, a pensar y descifrar las causas, a situarnos donde estamos para iniciar un proceso de adaptación. Pero la razón es frágil porque no ilusiona (como el deseo) y dice que las cosas son como son (la idea es de Aristóteles) sin admitir ninguna apariencia. La razón es la manera de ponernos límites, pero limitados muchos no aguantan y se entregan a la emoción desmesurada (una recarga de adrenalina), ingresan en la masa abierta y reclaman por lo que quieren, desean y ansían, evitando ver lo que hay para irse más allá de lo que se puede. Y bueno, en estas estamos, desbordados y emocionados.
Acotación: En las sociedades de la mentira (que parecieran ser casi todas), lo emocional se está convirtiendo en una constante. Se actúa por estímulos y aparece la acusto-filia: oír para imaginar y tejer fantasías. Ver trozos y nunca partes completas. Desear que todo cambie sin saber qué es lo que debe cambiar. Un mal baile con la orquesta retumbando.