Estación Base de Datos, materiales en los que las universidades y otros centros de investigación se apoyan para perfilar el conocimiento, ajustar proyectos con las debidas citas y poner a navegar profesores investigadores y alumnos por un mar de información que, debido a la celeridad de las situaciones que se enfrentan (con sus cambios acelerados), antes que poner a flote más bien ahogan, pues ya no son tan actuales o se repiten cambiando algún término o especulando sobre uno ya aceptado. Y así, a la estación llegan los interesados con sus enormes gafas, sus cuadernos y tabletas, con sus computadoras y cansancios para empezar una búsqueda que más parece de novela policiaca, pues encontrar lo que es actual y pertinente (lo moderno es lo que es bueno aquí y ahora) y confrontarlo debidamente (la base de datos no es una verdad absoluta), exige, a más de tiempo, criterios para entender y comprobar si lo ofrecido es una apariencia o una certidumbre. Pero bueno.
Alvin Toffler, el de La tercera ola, puso de moda la idea de que el conocimiento no solo era el nuevo poder sino la creación de democracias poderosas. Y esto fue claro en algún tiempo: tener la información era poseer la autoridad y el lograr hacer lo mejor frente a una situación. Y así, siguiendo la propuesta toffleriana se iniciaron las primeras bases de datos (de hecho, ya existían en las comunidades académicas y científicas con la producción de profesores e investigadores), pero ya no como la democracia del conocimiento sino como un negocio y, si se quiere, una manera de control. Algo así como el conocimiento permitido para seguir por unos caminos determinados. Y fue la locura: millones de datos, de algoritmos, de propuestas como cuantos de energía, en todas las direcciones, surcaron el mundo de la inteligencia. Y bueno.
Hoy enfrentamos una pandemia y las bases de datos no han sido capaces de dar una respuesta para su control; por el contrario, aparecen más propuestas por fuera, unas serias (las de la experiencia) y otras locas (las del deseo), guerras de marketing entre fabricantes de vacunas, cifras de contagiados y muertos, pero nada concreto. Y es porque en ese mar de los datos, que ya es un caos enfurecido, no se ha hecho una poda debida (usar la navaja de Okham para dejar lo positivo -lo que sirve- y anular el resto) sino que sigue en aumento, y más que aportando, confundiendo. Y bueno.
Acotación: el negocio de las bases de datos se tomó los centros de conocimiento. Y por andar en ellas no nos estamos viendo en lo más cercano, buscando soluciones lejos y no aquí, que es donde está el problema. Y bueno, somos sabios de lo otro, desconociéndonos nosotros. Estas cosas pasan y se baila con ellas.