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José Guillermo Ángel
Columnista

José Guillermo Ángel

Publicado

SOBRE UNA GIORNATA PARTICOLARE

Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL

memoanjel5@gmail.com

Estación Ettore Scola (director de cine italiano) a la que llegan los que se quieren confrontar con las sociedades en las que vivimos, los gobiernos que tenemos y el estancamiento en el que estamos; los que quieren verse cómo actúan aislados o encerrados en sus miedos, los que evaden preguntas y se anclan en una respuesta; los que no se admiten en lo que son, pero la evidencia los delata; los que hablan solos o se meten en toda clase de chácharas con el fin de salirse de lo que los define, sin lograrlo; los que suponen, conjeturan, esparcen miedo y, en términos ecológicos y mentales, ejercen la toxicidad; los que están ahí sin moverse e imaginando lo peor, y los que se mueven dando vueltas como punteros de reloj.

Las películas de Ettore Scola (1931-2016), se especializaron en lugares cerrados y no lugares (buses, restaurantes, teatros, patios con ropa extendida, interiores del congreso, parques con desempleados, cementerios, horarios de tiempos perdidos, etc.) para poder leer lo que es el miedo, las apariencias, la salud mental y la necesidad de sacar de nosotros todo aquello que nos atormenta, indispone o mantiene en guardia, haciéndonos fracasar como humanos. En su película Una giornata particolare (1977) (en la que actúan Sophia Loren y Marcelo Mastroiani, y donde se da cuenta del recibimiento que, en 1938, los romanos le dieron a Hitler, en una gran manifestación fascista), un hombre homosexual y una mujer malquerida por su marido viven la marcha que tienen en su interior, viviéndola en una terraza donde abunda la ropa colgada. Están descontentos con lo que pasa en ellos y en las calles, con el gobierno y la propaganda, los ciudadanos alienados y su propia vida, sumergida en el miedo.

Traigo esta película a mi memoria en el momento en que mucha gente marcha en la ciudad (en especial jóvenes estudiantes) para que no suceda más lo que se vive en Una giornata particolare. Los que marchan no van a ovacionar la falta de futuro, las fallas del gobierno, la polarización, la discriminación y la violencia. Marchan porque quieren vivir mejor, sentir que la vida tiene sentido y que la democracia, cuando se entiende y funciona, sobrepasa ideologías, permite el debate civilizado y la creación de país. Y si todo va y sigue en orden (escribo en las horas de la mañana), la marcha es la vida que fluye. Esto no es difícil de entender.

Acotación: Que la gente se manifieste, que cante y pida soluciones, que se integre y reclame vida, que cree una jornada particular a favor de un futuro digno, fue algo que Ettote Scola tuvo claro. Denunció lo que iba contra la vida: era un judío italiano y supo lo que era la angustia y la vergüenza, pero también la alegría, apuntándole a esta. Vivir es estar contento, sin miedo, caminando.

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