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P.D. Mario Franco
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Solo un extranjero ha vuelto agradecido

Por P. Mario Franco S.J.

rector@sanignacio.edu.co

¡Quedan unos cuantos, pocos..., sí; pero agradecidos! Esta afirmación se vuelve cada día más contundente, observando el desarrollo cultural del mundo que tenemos.

La Palabra de Dios este domingo nos presenta en diversos textos, la figura de dos extranjeros (Naamán el Sirio y un Samaritano), quienes, sin compartir la cultura y religión del pueblo judío, ante los beneficios de la bondad de Dios a través del profeta Eliseo y de Jesús, manifiestan su reconocimiento y gratitud por el beneficio de la salvación (curación) otorgado por un Dios diverso al de sus creencias religiosas. Gratitud por el don de la Fe o salvación.

En un mundo “digamos”, normal, los leprosos se distinguen claramente, y deben estar apartados de su grupo social y religioso. En tiempos de Jesús, eran considerados enfermos, impuros. Pecadores.

Hoy en nuestro mundo, tan tocado con la lepra de la corrupción y la suficiencia egoísta, el contraste o distinción aparece en quienes están limpios, porque son transparentes y sanos socialmente. Estos, terminan siendo considerados los extraños y excluidos, precisamente por honestos. De hecho, son agradecidos con Dios, con los otros y la vida. Como el caso de la palabra de Dios, hoy los que agradecen son extraños y como decíamos al comienzo, son unos pocos.

En un mundo de consumo, de mercado; donde solo vale lo que sea para vender y comprar, para negociar; lo gratuito, lo que se da incondicionalmente (como el don de la vida y la salud) es cada vez más extraño. Los valores humanos, no negociables..., la honradez, la dignidad y la paz, pierden su atracción y relevancia.

Hoy nos inquieta la falta de fe, de reconocimiento y gratitud. La falta de solidaridad, la ausencia del dar y darse a los demás gratuitamente (en estado de gracia), sin esperar nada a cambio o contraprestación; porque hoy nada se considera valioso si es gratuito (gratis). Vaciamos al mundo de su gratuidad.

En un mundo de mercado, de búsqueda de resultados e intereses –fáciles, individuales, egoístas-; la fe, que es don (dado-gratuito), simplemente, no se necesita o no existe, porque sólo lo que vale (en términos contables) es lo que cuenta. Por eso no es extraño que Dios, con toda su bondad y gracia no exista y sea cada vez más extraño y ausente del mundo que solos, independientemente, hemos creado o pactado.

Dios, la salvación y curación; la gracia y gratitud, terminan siendo propios del mundo de los pobres y sencillos, dependientes. Estos dones no suelen aparecer, en escenarios, de quien tiene mucho de sí mismo, es egoísta y vive solo de sí y para sí. Quien no necesita de la gracia, de lo dado y lo gratuito, no necesita de otros, no tiene nada que agradecer y vive como un “desagradecido”. El hombre, que cree no necesitar de Dios, es un soberbio o sencillamente es aquel que popularmente llamamos paria: “des-Graciado”.

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