Por Azucena Restrepo Herrera *
www.proantioquia.org.co
Confiamos en superar el reto histórico del covid-19 con las capacidades científicas y tecnológicas de la región y la unión entre el sector público, la academia y la empresa privada. Pero a esta unión se le debe sumar una ciudadanía empoderada del cuidado de sí y del otro, consciente del reto sin precedentes que afrontamos. Es la hora de no dejarnos vencer por el cansancio que acumula la crisis y persistir en la disciplina social que nos ha caracterizado.
En ejecución de estas alianzas intersectoriales, Antioquia fue la primera región del país en invertir recursos privados en la atención de la pandemia. Gracias al esfuerzo de las instituciones de salud, las empresas, los gobiernos locales y el apoyo del gobierno nacional, fortalecimos las capacidades de infraestructura a través de la expansión de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y se pudo pasar de 240 UCI a 720 en julio. Muy seguramente se superará la meta de 910 estimadas para el mes de agosto.
Sin embargo, durante esta nueva fase de la crisis, debemos evitar caer en una visión reduccionista, centrada únicamente en las capacidades del cuidado crítico y el crecimiento de las UCI. Hay consenso suficiente entre expertos en que se debe continuar el esfuerzo por “cortar” las cadenas de transmisión, a través de mejores capacidades de rastreo con pruebas y el aislamiento selectivo de personas infectadas o con alta susceptibilidad al contagio, como lo habíamos logrado en los primeros meses de atención de la pandemia.
Lograr este objetivo cuando existe una circulación cada vez mayor del virus exige nuevas estrategias de política social de amplia convocatoria. Algunas de estas prácticas, referenciadas en otras ciudades y países, incluyen la conformación de “brigadas de salud” en las ciudades y municipios más poblados, que adelanten acciones pedagógicas y de trabajo comunitario. También se ha recurrido al concepto de “residencias sanitarias”, como alternativa de aislamiento para personas infectadas o personas de alta susceptibilidad al contagio que viven en hogares de alta densidad de ocupación, en los que no es posible el aislamiento en habitaciones individuales. Igualmente, la asistencia médica y social en los hogares sigue siendo clave para evitar el desplazamiento de las personas en condición de riesgo, que deben salir en búsqueda de su sustento personal o familiar.
Con este panorama amplio en mente, el peor error que podría cometerse durante esta fase de la crisis sería dejar de buscar soluciones afianzadas en las grandes capacidades de la región, para distraer la atención en discusiones sobre la necesidad de “importar” personal médico, por ejemplo. Antioquia es reconocida por tener siete facultades de medicina, escuelas de salud de alta calidad y una red de hospitales y clínicas que gozan de gran reputación en el ámbito latinoamericano. La amplia vocación de servicio y las capacidades humanas, científicas y técnicas de nuestros profesionales sanitarios es incuestionable. Nuestros gobernantes tienen entonces el imperativo ético y social de alentar el talento humano en salud de la región y ofrecerle garantías para el ejercicio de la profesión: elementos de bioseguridad, formación y una remuneración oportuna y equitativa.
¡Agradecemos y alentamos el esfuerzo superior de médicos, enfermeras, farmacólogos, terapeutas, personal de apoyo y otros profesionales de la salud en la atención de la pandemia en Antioquia! Sus sobresalientes capacidades profesionales y el gran sentido social que los asiste son la mayor esperanza de todos los antioqueños.
*Presidenta Ejecutiva
de Proantioquia