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Arturo Guerrero
Columnista

Arturo Guerrero

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Te hablo desde la tiniebla

Por Arturo Guerrero

arturoguerreror@gmail.com

No hay que aguardar encuestas e indagaciones científicas para estar al tanto de que soñar se volvió epidemia en esta pandemia. La actividad onírica nocturna se alborotó, como si un genio quisiera compensar la obligada quietud diurna de los humanos. Incluso gente que antes no recordaba las peripecias cerebrales de entre sábanas, ahora amanece desazonada.

Una sucesión de episodios confusos alcanza la orilla del día siguiente, sin que el soñador haya procesado significados ni clasificación de los recuerdos. Se mezclan las caras de los más recientes muertos del virus, con escenas camufladas de antaño, con temores frente a la salud deleznable.

Hacen presencia fantasmas, remordimientos, acciones represadas, deseos inconfesados. Un tumulto de agujas que pinchan la tranquilidad de la nueva vigilia. Como si el coronavirus se enfureciera contra el otro yo que nos habita mientras dormimos.

Así lo experimentó Ludwig Wittgenstein, filósofo judío austriaco de la primera mitad del XX que vivió la persecución nazi, ese otro virus. “Si los sueños nocturnos -escribió- tienen una función semejante a los diurnos, entonces sirven en parte para preparar a los hombres para cualquier posibilidad (aun la peor)”.

Así que los sueños serían ventanas hacia la diversidad. La cuarentena que aprisiona los cuerpos habría exacerbado los vuelos del alma. Habría elegido el mecanismo enrevesado de esas apariciones, que se asemejan tanto a nosotros y son la porción oscura que nadie logra interpretar con acierto.

De este modo las probabilidades encerradas en ese idioma horizontal no son una certeza sino una preparación. Abren caminos entre brumas, plantan señales de diablura o de entusiasmo. Cada cual verá cuál de estas advertencias le es más útil hacia el futuro. Lo interesante sería no desperdiciar el arranque concedido por la tiniebla hacia tantas luces inquietantes.

Incluidas, eso sí, las más terribles, según advierte el filósofo que tuvo que soportar la anexión hitleriana de su país con la consiguiente persecución hacia su propio pueblo. A juzgar por su afirmación mencionada, debió de tener sueños nocturnos que lo prepararon para la huida.

La actual hora de Colombia es turbulenta. Quizá el renacer onírico traiga voces que a cada cual le griten las mil y una viabilidades de salvamento. Quizá se consiga incluso soñar en plural y unir una mano a otra mano

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