Síguenos en:
Invitado
Columnista

Invitado

Publicado

Tenebrosa pesadilla en la digitalidad

$Creditonota

Por Carlos Julio Cuartas Chacón

En los últimos meses todo el mundo no ha hecho sino elogiar los recursos tecnológicos que han tenido un impulso sin precedentes debido a la pandemia. Ciertamente, si no hubiera sido por ellos, el aislamiento y la parálisis de la vida hubieran sido mucho mayores de lo que han sido. Yo mismo, nacido en tiempos jurásicos según la opinión de amigos muy jóvenes, he alabado ese mundo fantástico que raya en la ciencia ficción. Incluso, contra todo pronóstico, he dado pasos que ayer eran impensables para mí: dictar una clase de manera no presencial, desde el estudio de mi apartamento, apoyado en la plataforma Teams. ¡Increíble! Si en mi mundo lo que había que conectar para que funcionara eran la plancha, la licuadora y también el teléfono.

Sin embargo, no todo es color de rosa en estos tiempos en que hemos quedado ‘empantallados’, –término preciso, aunque no aceptado por ahora en la Academia–, y sometidos, en cierta forma, a la tecnología. Hace unos meses, en lo que fue el primer episodio de una serie que ha parecido interminable, me vi acosado por un operador de telefonía móvil, cobrándome una línea pospago, primero, y luego un aparato telefónico que alguien compró, suplantando mi identidad. ¿Qué tocaba? Presentar una reclamación.

Sin haber solucionado ese problema, una mañana en la pantalla encontré ese aterrador anuncio: “sin señal”, como quien dice: “usted no existe”, porque el proverbio rector hoy en día es “estoy conectado, luego existo”. Fui al operador y allí me informaron que la línea que había usado desde hacía varios años no era de esa entidad, porque había sido ‘portada’ a otro operador. ¿A cuál? Pues el mismo que me estaba cobrando esa línea pospago y el equipo adquiridos fraudulentamente. Como era viernes a mediodía, víspera de un nuevo acuartelamiento por cuenta de otra plaga –la temible pandemia–, y no podía quedarme sin celular, incomunicado, además de aislado y confinado, compré una nueva línea en mi operador. Pero esto no ponía punto final al problema. ¿Qué pasaba con mi número anterior? No había nada qué hacer, tomar camino al otro operador para denunciar el hecho. Eso sí, mientras me dirigía al establecimiento, recibí un correo electrónico de ellos informándome que “por motivo robo/pérdida”, suspendían esa línea, la ‘portada’, y me invitaban a ir hasta uno de “sus puntos de atención para realizar reposición de Sim Card y seguir disfrutando de sus servicios”. ¡Qué tal! Al final logré que la línea anterior quedara bloqueada, lo mismo que el uso de mi documento de identidad.

Convencido de haber solucionado el problema relacionado con mi línea de telefonía móvil, continué con mis ocupaciones habituales hasta que, pasadas unas cuatro semanas, empecé a verme envuelto en una serie de fraudes y reclamaciones que no solo consumen tiempo y ponen a prueba la paciencia, sino que también acaban con la tranquilidad. La historia, que recogí en un largo expediente que entregué a los abogados, habla de la ahora famosa línea telefónica bloqueada, pero asignada curiosamente, no mucho después, al mismo ladrón que en Barranquilla, con una cédula falsa había logrado que le hicieran reposición de la Sim Card y cambio de operador. Pues bien, con ese número de celular en su haber, ese fulano quedó con carta abierta para todo tipo de transacciones y cambios de claves; abrió dos cuentas de ahorros a mi nombre, recibió los plásticos de las tarjetas de crédito y débito; y logró robarse 24 millones de pesos. Aunque se pudieron evitar otras acciones fraudulentas, hoy tengo la incertidumbre que surge de saber que hay un ladrón con mis datos –la nueva criptonita–, con una línea telefónica que estuvo a mi nombre y una cédula falsificada, con la que vaya uno a saber qué otros atracos ha realizado.

Esto ha sido una verdadera pesadilla y la sensación que queda es la de una desprotección absoluta frente a las amenazas que rondan en la nube, nuevo escenario para el hampa. Y todo por tener un dichoso celular, artefacto indispensable para verificar que existo, eso sí sin dejar de confirmar a cada rato que no soy un robot. ¡Esto es de locos!

Porque entre varios ojos vemos más, queremos construir una mejor web para ustedes. Los invitamos a reportar errores de contenido, ortografía, puntuación y otras que consideren pertinentes. (*)

 
Título del artículo
 
¿CUÁL ES EL ERROR?*
 
¿CÓMO LO ESCRIBIRÍA USTED?
 
INGRESE SUS DATOS PERSONALES *
 
 
Correo electrónico
 
Acepto Términos y Condiciones Productos y Servicios Grupo EL COLOMBIANO

Datos extra, información confidencial y pistas para avanzar en nuestras investigaciones. Usted puede hacer parte de la construcción de nuestro contenido. Los invitamos a ampliar la información de este tema.

 
Título del artículo
 
RESERVAMOS LA IDENTIDAD DE NUESTRAS FUENTES *
 
 
INGRESE SUS DATOS PERSONALES *
 
 
Correo electrónico
 
Teléfono
 
Acepto Términos y Condiciones Productos y Servicios Grupo EL COLOMBIANO
LOS CAMPOS MARCADOS CON * SON OBLIGATORIOS
Otros Columnistas