La Semana Santa dejó como herencia el tercer pico. Ya se sabía, se había advertido en todos los tonos. Hoy no hay Ucis que den abasto ni personal para operarlas. Este déficit no es lo más grave. Es más lamentable la condena del placer.
La Navidad había engendrado la segunda ola, así que la tercera tenía que ser hija del paseo, el bronceado en piscinas y mar, el relax después de la batalla. Era preciso castigar la felicidad desde antes de la felicidad. Así se castraría cualquier intento posterior de...