Por david e. santos gómez
Este es un año electoral en Argentina. A finales de octubre el país tendrá que decidir en las urnas si le da cuatro años más al empresario Mauricio Macri o si, por el contrario, decide virar el timón hacia la izquierda. Aún no está claro quién le competirá por la Casa Rosada. Si se presenta Cristina Fernández de Kirchner, ahora senadora y acosada por varias causas judiciales, o sí, por el contrario, un nombre nuevo saltará a las boletas para intentar recuperar la presidencia para el peronismo. La oposición estudia cuidadosamente alianzas y opciones.
Hasta hace muy poco se daba por sentado que Macri lograría la reelección. A pesar del desastroso 2018 -con una economía colapsada que hizo que el peso perdiera la mitad de su valor y una inflación cercana a los 50 puntos- el ambiente generalizado era que la izquierda no tenía chance. La antipatía por el kirchnerismo parecía darle carta blanca a un gobierno que comete error tras error.
Pero las cosas empiezan a moverse lentamente. El país sigue sin arrancar. El 2019 está igual de agitado que el año pasado y el año anterior a ese. Las peticiones de paciencia que hace el presidente han agotado incluso a los más fieles y la vida cotidiana se hace cada vez más compleja. Son muchos los que se preguntan si no es hora de un cambio en el poder.
La última semana ayudó al descontento. Después de los días feriados del carnaval, el miércoles el dólar se disparó de nuevo y se acercó a techos históricos. Volvieron las cifras en rojo. El nerviosismo en la calle. Los titulares escandalosos. En lo poco que va de este año el peso argentino es (una vez más) la moneda que más valor ha perdido en el mundo y, con ello, los precios se descontrolan. La canasta familiar se vuelve impagable, los servicios públicos triplican sus precios, la gasolina se transforma en un bien de lujo.
Lo consigna entre el oficialismo es que todo está bajo control. No hay de qué preocuparse -dicen- en una mezcla de inconsciencia y pedantería que rebosa la copa. La confianza se les ve intacta y cuentan con que esta administración cerrará en el 2023. Parece que no tienen en cuenta que, como se repiten en las esquinas, el que vota es el bolsillo.