Todas las elecciones tienen sus particularidades, los tiempos cambian y, con ello, las estrategias para llegar al poder se sofistican para buscar seducir al electorado. Cómo olvidar la época de Andrés Pastrana, quien de manera audaz logra una foto histórica en las selvas de Colombia al lado de Manuel Marulanda, Tirofijo, buscando generar esperanza en los colombianos, con la promesa de acabar con una guerra que atrasó a Colombia varias generaciones y desangró nuestra nación.
Qué lejos se ve lo de aquella foto, los tiempos han cambiado y las redes sociales dictan otros escenarios y otras reglas. Hoy tenemos un candidato con altas opciones de ser presidente que no va a debates y que construyó su candidatura en las redes. Poder llegar a los ciudadanos de forma directa con mensajes digitales a bajo costo y sin el sesgo de un posible intermediario en la comunicación es evidentemente un gran atributo de las redes. De otro lado, las debilidades y amenazas afloran cuando se conoce y normalizan las llamadas bodegas, que no son más que programas o personas destinadas a, desde cuentas falsas, desprestigiar candidatos o difundir mentiras, sin otro objetivo que generar incertidumbre y dudas en el electorado. Confunde y vencerás parece ser el lema de estos tiempo bárbaros que nos han tocado en suerte vivir.
Las propuestas sensatas y arriesgadas para animar a los ciudadanos y rescatar a nuestra sociedad del letargo actual parecieran estar quedando atrás. En su lugar, toman fuerza el populismo, la desinformación y el desprestigio. Es triste decirlo, pero más que ganar por atributos propios, en la actualidad los candidatos buscan la victoria enlodando al otro para alcanzar cierta diferenciación, lo cual solo esconde incapacidad y falta de argumentos que inspiren al electorado.
En esta grave polarización, donde queda claro que, gane quien gane, el país queda dividido, la gobernabilidad será compleja. Así las cosas, la capacidad de entender nuestro momento será clave para lograr cuatro años de esas transformaciones que todos urgen. Con este marco y con dos figuras que dividen, cobra importancia el nombramiento de un gabinete ministerial con personajes ponderados, técnicos, conocedores de los temas y que a la vez ayuden a encontrar un camino sensato para una sociedad que se encuentra agitada y desencantada, tal vez eligiendo con desgano, sobreponiendo el deber democrático como responsabilidad ciudadana.
En momentos convulsos, las mentes más brillantes deben ayudar a encontrar mejores caminos. No es tiempo para la apatía y el desencanto. Salir de situaciones complejas implica jugársela a fondo, no dudar, tomar partido. Tenemos que elegir pensando que en cuatro años debemos estar en otras elecciones y prepararnos con tiempo para no volver a vivir la situación que hoy nos genera desesperanza.
Ojalá esta última semana no pase a la historia como una de las más sucias de la política colombiana. No lo merecemos como sociedad, ¿o tal vez sí?