Amable lector. El año anterior, después de ganar el tour de Francia y que nuestros futbolistas jugaban al lado de los mejores del mundo, la Navidad de 2019 transcurrió en calma. El 2020 se inició con signos halagadores, pues el crecimiento económico se estimó en un porcentaje no inferior al 4 %, muy por encima del resto de Suramérica. Lo anterior significa que habría un mayor bienestar para todos.
Cuando se supo lo del virus en China pensamos tal como lo define la Real Academia, que por tratarse de un organismo de estructura muy sencilla, compuesto de proteínas y ácidos nucleicos capaz de reproducirse en el seno de células vivas, no tendríamos mayor problema. Además, el pobre virus estaba tan lejos de estas tierras, que muchos pensamos igual que el presidente Trump, que el efecto en el peor de los casos era parecido a una gripa con dolex.
El coronavirus atravesó miles de kilómetros para llegar a Europa, allí se sintió como en su casa. Luego cruzó el océano y desembarcó en Norteamérica. No contento con esto, un poco más tarde viajó en avión y en barco hasta el país que había soñado crecer más que todos.
Los encargados de la salud han puesto todo su empeño para combatir tan pequeño y fiero bicho. Los muertos con relación a la población, es cierto que representan un porcentaje muy pequeño. En cambio, el daño causado en la economía es de proporciones que la gente nunca se imaginó. Millones de personas han perdido el empleo y varios cientos de miles el patrimonio conseguido con tanto esfuerzo y sacrificio. Y muchos seguirán sin comprender que una disminución del PIB del 8 % pueda provocar tanto daño a los sobrevivientes.
Se ha dicho, y es cierto, que las cosas se pueden empeorar. Se apareció en San Andrés y Providencia el huracán lota que no tuvo compasión con la pobreza de sus habitantes, pues lo poco que tenían se los volvió añicos. A pesar del deterioro del presupuesto nacional, que es peor de lo que se ha dicho, ojalá el gobierno nacional se preocupe al menos en reponerles sus tugurios.
De otra parte, el pueblo colombiano tolera mejor los desastres de la naturaleza, incluyendo el coronavirus, a que su equipo de fútbol, que representa los colores patrios, tenga una mala presentación; y si son dos debacles seguidas es algo impensable.
Un análisis sereno y objetivo de la presentación del equipo colombiano jugando contra Uruguay y Ecuador, permite concluir que el director técnico es un ser ausente, que no tenemos un equipo y que los jugadores actúan con la lentitud de nuestra justicia, la indisciplina del congreso nacional, la mediocridad de nuestros dirigentes, la molicie de los líderes políticos, salvo pocas excepciones. Y qué hablar del pobre nivel de los equipos de la Dimayor.
Si el virus nos retrocedió 8 años el equipo de fútbol por lo menos 25. No parece justo pedirles a los jugadores que actúen con responsabilidad, cuando hay tantos privilegiados que viven una vida muelle a costa del erario público.