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El académico Arturo Cruz se convirtió el pasado fin de semana en el segundo líder opositor a la Presidencia de Nicaragua en ser arrestado en menos de una semana. A solo cinco meses para las elecciones, el narcotirano del país, Daniel Ortega, quiere asegurarse su tercera reelección consecutiva. La satrapía de los Ortega acusa a Cruz de atentar contra la “Ley de defensa de los derechos del pueblo”, que entró en vigor en diciembre pasado, por la cual no pueden optar a cargos de elección popular quienes son considerados “traidores a la Patria”. Cruz se enfrenta por ello a penas de entre dos y 20 años de prisión. Así, porque me caes mal. Cuatro días antes, el Poder Judicial había ordenado el arresto domiciliario de la aspirante independiente Cristiana Chamorro Barrios, la figura de la oposición con mayor probabilidad de ganar las elecciones de noviembre, inhabilitada, por tanto, para ese proceso electoral.
Allá por 2011 entrevisté a Edén Pastora, el Comandante Cero, quien por entonces andaba dragando el desaguadero del Río San Juan por órdenes de Daniel Ortega, su archienemigo en los 80. Pastora, fallecido ahora hace un año, me recordaba su pasado sandinista. De hecho, durante los últimos años de Somoza, dirigió la «Operación Chanchera», el asalto al Palacio Nacional. Con la caída del somocismo, Pastora fue viceministro de Interior y jefe de las milicias del FSLN hasta que las luchas con los hermanos Ortega lo llevaron al exilio. Y es que Ortega nunca quiso otra cosa que convertir a Nicaragua en su cortijo. En una hacienda regada con los dólares del narcotráfico.
Por esas fechas también advertí en estas páginas que el clan Ortega era quien controlaba el país, puesto que son legión los hijos y familiares directos, indirectos, ilegítimos y sabe Dios si hasta putativos que manejan los hilos del poder y del sandinismo. Como perro viejo que es, Ortega ha aprendido algunas lecciones del pasado y también del presente.
El modelo chavista de control de los medios de comunicación, que incluye la censura, las leyes mordaza y la creación de plataformas mediáticas que contrarresten a los canales y diarios independientes -generalmente opuestos a las aventuras bolivarianas en todo el continente- es hoy el espejo en que se miran los aliados de Chávez a uno y otro lado del Darién. En realidad, a eso ha quedado reducido el ideario bolivariano: a un manual pseudoestalinista para controlar la información y acallar la disidencia. El truco consiste en permitir una libertad de prensa “tutelada” por el Gobierno y contrarrestada por el aparato de propaganda estatal, levantado de la nada con dinero de todos los ciudadanos. De manual.
Dueño y señor del FSLN, Ortega y su esposa, la señora Murillo, hacen y deshacen a su antojo y compran, con la plata de los recursos estatales derivados hacia el Frente, cuanto se les antoja, medios de comunicación incluidos. Así, los Ortega-Murillo se han convertido en el mayor grupo financiero del país, el cartel de poder que monopoliza los contratos del régimen.
Y luego está la droga, que fluye por toda la Costa de los Mosquitos. No me lo invento, me lo contaron hace unos años dos pescadores, uno de origen belga, de la colombiana isla de Providencia, frente a las costas nicaraguenses. Una pareja de chalados que nunca olvidaré. Una mañana, mientras pescábamos, comíamos el ceviche más fresco que se pueda imaginar en plena lancha y nos atiborrábamos de cerveza, dibujaron en el cielo la ruta aérea de la coca. Y el lugar exacto donde encontraron un fardo flotando para ellos solos. Nunca más pescaron algo tan valioso
