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Todos andan de antirracistas. ¿Y ahora qué?

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Por Erin Aubry Kaplan

El nuevo entusiasmo desenfrenado por la causa de la vida de los negros me recuerda a la fábula del Dr. Seuss, “Horton escucha a un ‘who’”.

Un amable elefante llamado Horton se da cuenta de todo un planeta de criaturas llamadas Whos que viven en una sola mota de polvo. Horton puede escuchar a los Whos perfectamente y los acepta como amigos e iguales. Los amigos de Horton, que no pueden ver ni escuchar a los Whos, lo denuncian como loco, y algunos se disponen a destruir la mota de polvo.

Es solo cuando todos los Whos alzan sus voces en un solo coro, “¡Estamos aquí!”, que son escuchados por el mundo en general: en un instante, el escepticismo de los amigos de Horton se convierte en asombro, luego en una celebración de los Who, que ahora saben que son reales e iguales.

Estamos teniendo un momento Horton. Las personas blancas que antes eran ajenas al peor tipo de opresión racial vieron destrozada su ignorancia por las imágenes de un oficial de policía que mató a George Floyd.

La represa estalló, la realidad se precipitó y una masa crítica de blancos y otros finalmente vieron, oyeron y sintieron, a los negros como nunca antes. De repente, todos están prestando atención, declarando en voz alta su apoyo y compromiso con el antirracismo, casi como para compensar todo el tiempo que han estado en negación o en silencio.

Desafortunadamente, la floreciente nueva conciencia blanca sobre las vidas negras, aunque significativa y alentadora, no es un final, sino un comienzo.

Reconocer que los negros importan tanto como todos los demás estadounidenses solo es reconocer lo que siempre ha sido cierto. Abrazar el ser negro como algo de valor y dignidad es una línea de base para el progreso, no es progreso; es moverse hacia la línea de salida, pero no es la carrera.

Una y otra vez, las personas negras han afirmado la verdad simple pero radical de su propia humanidad y valor, y una y otra vez, Estados Unidos no los ha escuchado completamente. Los afroamericanos siguieron enviando el mensaje porque tuvieron que hacerlo: siempre han sabido que es el Paso 1 en nuestro proceso nacional de recuperación del racismo, y como cualquier persona en un programa de 12 pasos puede dar fe, no se puede progresar realmente con los pasos más altos hasta lograr superar correctamente el primero.

¿Pero podemos cambiar? La historia y la cultura están en contra. Otra de nuestras grandes adicciones nacionales es la conveniencia, alimentada por la expectativa estadounidense única de que las cosas esenciales para la vida diaria se hagan baratas, fáciles e indoloras.

El racismo es una forma de conveniencia, en el sentido de que está diseñado para facilitar la vida de sus beneficiarios. También lo es el privilegio blanco: el fenómeno de no tener que pensar en los costos de la opresión o en los negros en absoluto.

El antirracismo requiere lo contrario: compromiso. Estamos empezando a verlo en las demandas de reformas policiales, en el creciente rechazo blanco de los símbolos de la opresión blanca, como los monumentos y banderas de la Confederación, incluso las figuras de los presidentes.

Pero todo esto es parte del Paso 1. Ser verdaderamente antirracista requerirá que los blancos se vean incomodados por las nuevas políticas y prácticas, legales y sociales, que afectan todo en la vida cotidiana de todos, desde empleos hasta artes y publicaciones.

Una cosa es declarar su apoyo a Black Lives Matter con un letrero en el césped y otra muy distinta abandonar las escuelas segregadas, o siempre verse a sí mismo y a las personas como usted como el centro del universo moral.

Y, sin embargo, la parte más optimista de mí dice que podría ser que lo que ha durado tanto tiempo simplemente se está desvaneciendo. Podría ser que la última afirmación negra de “Estamos aquí” será la que rompa con la fuerza acumulada de años de tales afirmaciones, abriendo una compuerta que permanecerá abierta no porque los blancos lo permitan, sino porque se suponía que estuviera abierta todo el tiempo.

Si eso sucede, el camino hacia la recuperación no será sólo un ideal sino una línea recta que podremos ver realmente.

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