El Congreso aprobó esta semana, en segundo debate, un proyecto de ley sobre la reducción de la jornada laboral, una iniciativa del expresidente Álvaro Uribe. La propuesta es reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales, sin disminuir el salario de los trabajadores. Si el proyecto se hiciera realidad, Colombia, que hasta el momento es uno de los países del continente con una de las jornadas laborales más altas, se nivelaría con la mayoría de los países del continente Latinoamericano. Es más, mientras en Colombia se debate la posibilidad de reducir la jornada de 48 a 40 horas, la mayoría de los países europeos está pasando a reducir el horario a 35, como ya lo hace Francia. Trabajar menos y mantener las mismas satisfacciones, incluso la recompensa económica es el sueño de muchos, si no de todos. ¿Se trata de imaginar algo imposible?
La idea de reducir la jornada laboral es sabia y necesaria, sobre todo en una realidad donde las tecnologías emergentes están irrumpiendo cada vez más en los mecanismos de producción. Estudios muestran los beneficios para la salud, la economía, y el medioambiente de trabajar menos. De hecho, el exceso de trabajo (que ha sido en muchos casos un patrón de la experiencia del teletrabajo durante este año de pandemia), con muchas horas extras no remuneradas, constituye un gasto de energía excesivo que se traduce en presión alta, agotamiento, los cuales son la raíz de enfermedades graves y hasta mortales. Trabajar menos es beneficioso para la salud y para el sistema de salud. También estaría agradecido el medioambiente porque habría un menor impacto ecológico. Aumentaría la productividad, porque la calidad del trabajo se convertiría en un criterio superior en lugar de la cantidad de horas trabajadas. Por ejemplo, los alemanes y los holandeses trabajan menos horas, pero tienen unas de las economías más fuertes respecto a otros países de Europa donde la jornada laboral es más larga. De la reducción de la jornada laboral también se beneficiaría la paridad de género, dado que en general las mujeres siguen haciendo por los menos el 60 por ciento del trabajo doméstico. Trabajando menos horas los hombres podrían colaborar más en la casa. Además, se resolvería el desequilibrio entre quienes trabajan de manera excesiva con quienes no tienen trabajo. A los beneficios de individuos y familias se suma el beneficio para el bien común.
Hace un tiempo, el comentarista de The Guzardian, Owen Jones invitaba a imaginar una sociedad sin desempleo, sin enfermedades mentales, donde sea al mismo tiempo posible aumentar la productividad y cuidar el medioambiente, donde los padres estén más presentes en la vida de los hijos. Sería una sociedad que redescubre la importancia y los beneficios del ocio. Todo eso podría empezar a ser posible si se reduce la jornada laboral a 40 horas y quizás, más allá, a sólo cuatro jornadas de trabajo semanal. ¿Será que estamos encaminados hacia una sociedad más humana?, es decir, ¿hacia una sociedad donde somos cada vez más los determinadores de nuestro propio destino en lugar de estar subordinados a las necesidades y caprichos de los demás?.