Por Agostinho J. Almeida
La transformación digital suele enmarcarse en cuatro tipos: procesos, modelos de negocio, dominios y cultural y, según la fuente, puede definirse como la restructuración de una organización frente a desafíos internos o externos, utilizando tecnología digital de diferentes tipos. Existen varios desafíos asociados al éxito de la transformación digital: presupuestos limitados, falta del talento, infraestructura tecnológica, resistencia organizacional al cambio o simplemente un foco estratégico poco claro. Independientemente del camino, es clave entender que el éxito de este cambio depende de la capacidad de ser multidimensional, trabajar en equipo y, sobre todo, de que la transformación en sí misma es un medio para un fin, no el objetivo final. La transformación digital, tanto en el sector público como en el privado, es claramente un componente clave para la productividad, la competitividad y la recuperación económica, particularmente en la fase pospandémica. Y aun siendo parte de la estrategia de diferentes gobiernos en el mundo, la transformación digital por sí sola terminará siendo un esfuerzo fallido si no se cuenta con los ingredientes adecuados como: infraestructura Ti para la conectividad, financiamiento y líneas de crédito especializados, talento (no solo tecnologías emergentes), ambiente regulatorio y de política pública que incentive la adopción tecnológica y comercio digital, entre otros.
En Colombia y América Latina existen evidencias muy importantes del crecimiento de conectividad y comercio digital. Sin embargo, seguimos rezagados en la región en cuanto a indicadores para que la transformación digital se convierta en un verdadero motor de cambio y desarrollo económico. Uno de ellos es el alcance en conectividad a los territorios: a pesar del crecimiento significativo durante los últimos años, según estudios recientes todavía existe una brecha de más del 30 % entre las regiones urbanas y rurales y la conectividad general en América Latina aún está más de un 15 % por debajo del promedio de la Ocde. Además, los precios en el acceso parecen seguir siendo un problema, respaldado además por el hecho de que la conexión a Internet es muy superior en extractos socioeconómicos más altos.
En 2019, el estudio de perspectivas económicas de América Latina de la Ocde (LEO, por su sigla en inglés) abordó las debilidades estructurales de la región al discutir diferentes trampas del desarrollo económico (productividad, vulnerabilidad social, institucional y ambiental) que obstaculizan no sólo la competitividad, sino también la inclusión social y el bienestar. Y no es ningún secreto que la pandemia de Covid-19 ha exacerbado muchas de estas brechas debido a algunos de los desafíos que mencioné anteriormente. El LEO de 2020 lanzado recientemente analiza esas brechas a la luz de la transformación digital como un componente clave para la reconstrucción de la economía en sus diferentes variables. A pesar de los pasos que se han dado y el esfuerzo que el Gobierno ha hecho para fortalecer diferentes frentes de acción, Colombia quedó ranqueado en el puesto 61 de 63 en el último informe del IMD (Centro de Competitividad Mundial), mostrando que todavía hay un camino complejo y largo hacia adelante en la implementación de la transformación digital; pero que depende de unos primeros pasos sencillos: claridad en el foco, decisión y mandato y esfuerzos articulados.