Twitter está fuera de la oficina. La semana antepasada, el director ejecutivo de la compañía, Jack Dorsey, informó a los empleados que a muchos de ellos se les permitiría trabajar desde casa de forma permanente, incluso después de que la pandemia de Covid-19 disminuya. Otros gigantes tecnológicos, como Google y Facebook, no han llegado tan lejos, pero también han dicho que planean continuar trabajando de forma remota al menos hasta fines de 2020.
Esto puede ser una señal de hacia dónde se dirigen las cosas para las otras industrias de cuello blanco que toman sus señales de Silicon Valley en el diseño y la cultura de sus lugares de trabajo. Para una industria que prospera con la disrupción, este podría ser su movimiento más disruptivo hasta el momento.
Parte de lo que hace que el cambio hacia el trabajo remoto sea tan notable es que la industria de la tecnología lo ha resistido durante tanto tiempo. Desde los palacios modernos de mediados de siglo hasta los campus lúdicos de los gigantes tecnológicos de hoy, la industria ha invertido mucho en la idea de que el “trabajo de conocimiento” depende de entornos de oficina cuidadosamente diseñados.
Tandem Computers tenía una piscina en su sede y tenía fiestas con cerveza cada semana. Intel construyó rutas para trotar. Estas entretenciones ayudaron a reclutar empleados y hacerles llegar un mensaje: con una oficina así de maravillosa, ¿por qué irse a casa?
Gracias a Steve Jobs, la creencia de que encuentros fortuitos en la oficina alimentaban la creatividad se convirtió en evangelio. Cuando era el director ejecutivo de Pixar en 2000, dirigió un diseño para un nuevo edificio de la sede que maximizaría la interacción humana.
A medida que Google se expandió por el mundo, buscó lugares con huellas más grandes. Facebook diseñó su sede en Menlo Park siguiendo el mismo principio. Mientras las grandes empresas se hicieron más ricas, sus sedes se volvieron más grandes. Amazon creó viveros esféricos en su sede de Seattle donde los empleados se podían reunir a pensar y hablar. Microsoft construyó “casas en árboles” para empleados en Redmond. Incluso IBM, que en un entonces había promovido el teletrabajo mientras se expandía hacia los servicios de consultoría, trajo a miles de regreso a la oficina en la década de 2010 con oficinas que tenían “salas de charla” y “parqueaderos de ideas”.
Irónicamente, durante la última década, a medida que los productos móviles y basados en la nube hicieron que fuera mucho más fácil trabajar de forma remota, las empresas invirtieron en oficinas cada vez más lujosas y duplicaron su compromiso de hacer que los empleados trabajen en esas oficinas, no de forma remota.
¿Entonces qué sucederá ahora? Si aunque sea una fracción de las empresas americanas siguen el ejemplo de Twitter y hacen del trabajo en casa algo permanente, los efectos se expandirán por muchos otros sectores y en todas las ciudades donde las compañías de tecnología tienen sedes.
Uno de los grandes perdedores ya es San Francisco. En el 2011 la ciudad dio a Twitter y otras empresas una exención tributaria de US$70 millones en valor para reubicarse en un barrio emproblemado, sólo para descubrir que los empleados rara vez salían de su lujosa sede para apoyar los negocios locales. La “exención Twitter” se venció el año pasado, pero ya Twitter se fue también.
Al mismo tiempo, un entorno de trabajo remoto podría ser un cambio bienvenido para los empleados. Los lugares de trabajo siempre activos y siempre presentes de la tecnología y las oficinas llenas de comodidades pueden haber atraído a los jóvenes sin ataduras. Pero las normas corporativas, que desalientan el trabajo de medio tiempo y el teletrabajo, contribuyeron a la deserción de las mujeres después de convertirse en madres de familia.
Los líderes tecnológicos con razón se preocupan por lo que se perderá al trabajar de forma remota. La directora ejecutiva de Microsoft, Satya Nadella, reflexionó la semana pasada: “¿Cómo se ve el agotamiento? ¿Cómo es la salud mental? ¿Cómo se ve esa conectividad y la construcción de la comunidad?”. Los entornos remotos exigirán diferentes enfoques para la tutoría, el trabajo en equipo y el fomento de un sentido de propósito compartido. Pero el experimento Covid-19 ha demostrado que Silicon Valley puede sobrevivir con las herramientas que creó para sí mismo y para otros