Por Federico Gutiérrez Z.*
Hoy estamos reunidos en honor a las víctimas, a los héroes, a los valientes. Porque esta sociedad habría sido mejor si tantos padres y madres hubieran estado para ver crecer a sus hijos.
Hoy, a través de la memoria, regresamos a una época de dolor; nos miramos en el espejo roto del pasado. Pero lo hacemos con valor, porque buscamos el reflejo que queremos para las generaciones por venir..., que deben tener presente la historia para no repetirla.
Los años más fuertes del narcoterrorismo, entre 1983 y 1994, nos castigaron inmerecidamente y con proporciones que nos dejaron muchas cicatrices y heridas que permanecen abiertas. Esa década nos enseñó a vivir con miedo. Y muchos, afuera, nos tuvieron miedo cuando escuchaban hablar de Medellín. Fue un tiempo cruel. El mundo nos conoció por lo que nunca debió suceder.
Es importante saldar esa deuda narrativa, social e institucional que tenemos con nuestras nuevas generaciones. Por eso, tenemos que hablarles de todos aquellos que dieron su vida por defender sus principios. Policías, militares, jueces, soldados, periodistas, fiscales, civiles... Hombres y mujeres a quienes, en palabras de Enrique Low Murtra, “podía temblarles la voz, pero no la moral”.
Tenemos que admirar y exaltar a todas esas personas valiosas desde la memoria, pero también desde nuestra forma de actuar. Reafirmar que lo que nos ha mantenido en pie luego de tantos golpes es la ilusión de construir un lugar mejor para nuestros hijos. Y que lo hemos logrado, porque evidentemente esta ciudad de hoy no es la de ayer. Hemos aprendido tanto, que hoy además tenemos mucho por enseñar.
Mirar nuestro pasado, también es asumir responsabilidades sobre lo que nos pasó y lo que nos sigue ocurriendo. El narcotráfico no se ha acabado y es el principal responsable de los delitos que se cometen en esta ciudad. El peor daño que nos hizo la mafia sigue latente en muchas comunidades y es la tergiversación de los valores. Se nos cambió el trabajo duro por el dinero fácil; la discreción por la opulencia; y lo peor de todo, se le quitó el valor a la vida y a cambio se le puso un precio a cada vida...
Además de las ausencias que aún duelen, el narcotráfico nos cambió las costumbres y los valores. Por eso esta reflexión que proponemos, que de alguna manera implica reconciliarnos con nuestro pasado, también nos obliga a trazarnos unos límites éticos muy claros de hoy en adelante. El derribo del Mónaco es la caída de un símbolo. El edificio está en ruinas y son ruinas las que caen. En distintas épocas se intentó darle uso funcional a esta construcción y siempre fracasó el intento hasta convertirse en una estructura insostenible.
Hoy vemos nacer un nuevo símbolo: un memorial que se levantará durante los próximos meses. Un espacio público que nos pertenezca a todos, para honrar nuestro dolor. En el memorial habrá ruinas que representarán, dentro del nuevo espacio, el reconocimiento de la tragedia. Ruinas que resistirán el olvido y narrarán la porción de la historia que les corresponde.
El memorial nace hoy... será un espacio físico que nos debemos como ciudad. En los cementerios se llora la muerte, aquí se honrará la vida. Inflexión es el nombre de este memorial que propone justo eso, una inflexión en nuestra historia.
Se honrarán las vidas y las memorias. No podemos caer en “el peligro de una sola historia”; el valor de este relato será la pluralidad. Estamos aquí para hacernos conscientes de que no hay una sola sino muchas historias; para romper muchos silencios que nos han encerrado por décadas. Para esta narración colectiva, tendremos una plataforma digital en la que cada uno de nosotros podrá contar cómo vivió esa época, cómo moldeó su pasado y su presente. Somos el resultado de nuestras historias. Hacer memoria es fertilizar nuestro tejido urbano y social.
Este día nos depara la ilusión de un nuevo principio. Es un día para acompañar el silencio, para reivindicar el valor de un abrazo y de la vida. Es un día para preguntarnos de dónde viene nuestra concepción del éxito, de la belleza, de la estética, del prestigio... y decidir cómo queremos seguir narrándonos.
Es un día para pedirles perdón, en nombre de la historia, a las familias incompletas a causa de la violencia. A los que salieron en las primeras páginas de los periódicos y a los nombres que se convirtieron en cifras.
A cada persona que por causa de la codicia desmedida y de la moral alterada que heredamos, tuvo que extrañar los besos, las caricias, los abrazos de quienes amaba. Esto es por quienes hoy faltan y por quienes hoy estamos: en cada uno de ustedes está presente el acto heroico de no renunciar al optimismo.
Medellín hoy los abraza. Aún estamos a tiempo de abrazarnos y de abrazar esta historia que es suya, nuestra, de todos. Abrazar lo que fuimos para construir lo que seremos. Hoy, Medellín abraza su historia. Hoy, Medellín construye un nuevo relato.
*Apartes del Discurso del Alcalde de Medellín en el acto que acompañó la implosión del Edificio Mónaco. Versión completa en www.elcolombiano.com.co.