A las que somos mamás por convicción, por decisión, por adopción, por descuido o por lo que sea, hoy nos colmarán de mensajes, entre tiernos, cursis y bonitos, que nos llevarán al cielo y nos pondrán a levitar. Pero por más que en un día como hoy se romantice nuestra condición, ser madre es una de las tareas más difíciles que mujer alguna pueda desempeñar.
Lo han dicho mil veces, en todos los idiomas y de todas las maneras, y es cierto: los hijos no vienen con manual de instrucciones, con garantía ni mucho menos con opciones de devolución. Que se aman como a nadie más en esta vida no se niega, pero que a veces las mamás quisiéramos salir corriendo y no parar mientras nos preguntamos en qué berenjenal nos metimos y qué hacemos con esos “engendros” también es cierto. Por ejemplo, cuando...
Las tijeras de punta roma no solo sirven para que el niño recorte sus tareas del preescolar, sino también para hacer aleluyas con los billetes de alta denominación que encontró en tu cartera.
La profe Cristina te cita para quejarse, con cara de reír llorando, porque tu hijo de cuatro años no le dice por su nombre, sino que a grito herido la llama “Crisputa” frente a todos los niños del grupo. Tragame, tierra, por favor...
La niña adolescente que, infringiendo las normas del colegio, se lleva un San Andresito en su morral para vender cachivaches a sus compañeras y, al verse descubierta por una maestra, rompe en llanto aduciendo, sin ser verdad, que en su casa hay muchos problemas económicos y ella debe ayudar a solucionarlos.
El rector del colegio católico te llama a una reunión urgente para decirte, frenético y ofendido, que tu hijo a punto de graduarse, como no fue a misa el domingo anterior, inventó el evangelio a su amaño. “Qué falta de respeto. Ni García Márquez tenía tanta imaginación”. Y contener la risa para decirle que lamenta lo ocurrido, pero que le califiquen la creatividad.
Pero estos son solo gajes del oficio, como negarles unas salchipapas a las tres de la madrugada. Se supone que las mamás cambiamos casi siete mil pañales en dos años y que un niño de tres requiere nuestra atención al menos 210 veces por día. Y ni hablemos de cuando tenemos que volar para urgencias porque hay un silbido extraño en la respiración, ni del gran esfuerzo que significa enseñar a restar y a dividir (cosas que nunca pudimos aprender), ni del miedo infinito de que no asimilaran las normas de comportamiento para hacer de este mundo un mejor lugar. Ser mamá es una tarea agotadora que nos llena de retos, miedos o alegrías en cada amanecer. Y nunca para. Es un oficio 24/7. Pero lo ardua de la tarea no le quita ni un ápice a las satisfacciones recibidas.
Sin desconocer que cada quien habla del baile según como le vaya en él, hoy respiro profundo y me doy un parte de tranquilidad. Una “tata”, morena y dulce como una chocolatina Jet, y un “niño” vehemente y reflexivo que me dicen madre, mamá, mami o simplemente ma, me hacen sentir que cada trasnocho, cada regaño, cada pataleta, cada drama y cada alegría que compartimos, han valido la pena.
¡Feliz día a todas las mamás!.