CARMEN ELENA VILLA B.
El escritor futurista Ray Bradbury, describía en sus novelas una sociedad marcada por la superficialidad y la tiranía de la masificación de pensamiento. Poco antes de morir, en el año 2012, dijo en una entrevista que sus predicciones literarias, muchas de ellas hechas ya realidad, se debían a la desintegración de la familia: “Se tiene que volver a darle el sentido que se merece. Así no podemos seguir (...). Los hijos necesitan del padre y la madre”.
Hablar de familia como una institución compuesta por papá y mamá, es entender que la naturaleza nos ha hecho hombres y mujeres para vivir la complementariedad. Cada quien con la misma dignidad pero con diferencias ontológicas que nos enriquecen.
¡Cuántas veces la mujer ha podido orientar las decisiones de los hombres, desde su agudeza, su capacidad intuitiva y su delicadeza! ¡Y cuántas veces el hombre nos brinda esa dosis que necesitamos de realismo y reciedumbre, y nos ayuda a las mujeres a que no nos dejemos nublar por nuestras emociones!
Y el niño en su crianza necesita esa complementariedad.
Los sistemas de adopción deben buscar devolver a los niños la familia natural que originalmente les fue negada. Y ningún niño puede ser engendrado de manera natural con dos padres o dos madres.
No es una postura medieval ni cavernícola. Ni mucho menos homofóbica (ya que la fobia es un temor irracional o compulsivo). Nos queda claro que quienes tienen una pareja del mismo sexo (no me gusta llamarlos homosexuales, pues es reducir la persona a su condición sexual), merecen ser tratados con respeto y dignidad.
Es cierto que en múltiples ocasiones han sido rechazados de modo injusto. Pero abogar por una familia compuesta por padre y madre, no creo que haga parte de esa discriminación. Esta es más bien la postura de quien sigue los dictámenes de la naturaleza.
Muchos dirán que es preferible que un hijo se críe por padres homosexuales, honestos, que les den cariño, a que crezca bajo la custodia de padres heterosexuales que lo tengan en condiciones de maltrato y abuso. El punto aquí está en que la familia está tan deteriorada que muchas personas han dejado de creer en el matrimonio. La solución no está en redefinir el concepto de familia sino en restaurar el ya existente, el cual hemos dejado perforar por culpa de individualismos, de actitudes competitivas, tanto machistas como feministas entre la pareja. Donde pierden de vista cuál es el papel de cada uno dentro de la identidad masculina y femenina y dentro de la vocación a ser padres y educadores.
El asunto de la adopción por parte de parejas homosexuales es, pues, complejo. Investigaciones serias, a las cuales me referiré en una próxima columna, han demostrado los efectos negativos en la crianza de los niños cuando falta uno de los padres. Hombre o mujer. En quien primero debemos pensar es en los niños por encima de los intereses de unas minorías que quieren alterar el concepto de familia desde sus cimientos.