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Ramiro Velásquez Gómez
Columnista

Ramiro Velásquez Gómez

Publicado

Un país herido

Como Colombia siempre se mira al ombligo de las grandes ciudades, diríase que todo marcha bien a pesar de que 4,2 millones con ganas y necesidad de trabajar están cesantes, pues las empresas dan buenas ganancias en sus balances y una covid-19 a la baja por estas semanas.

Pero no. El país no va bien. Horroriza lo que padecen regiones alejadas de los grandes centros, olvidadas por todos salvo por los generadores de toda clase de violencias que se han aprovechado de la desidia estatal que ignora a quienes viven en esos ricos territorios abandonados a su suerte.

“El impacto que le causa a uno la forma como vive gente en Buenaventura es tan vergonzoso, que uno no entiende cómo Colombia acepta una situación tan inhumana. Esto es salvaje, es inmoral, es contrario a la dignidad humana”, dijo el padre Francisco De Roux, presidente de la Comisión Nacional de la Verdad, tras su visita al puerto, del que solo parecen interesar los contenedores que entran y salen y no la vida de sus 432 000 pobladores.

No es solo el puerto. En Alto Baudó la guerra no cesa y hay 5000 nacionales confinados, sin poder ir a sus tierras, aguantando hambre, como hay 2000 en Bojayá y como huyen despavoridos jóvenes de Riosucio (Chocó) para que no los recluten, indígenas en Murindó y líderes del Pacífico caucano corriéndoles a las balas, esas que en Quibdó cobran cada mes la vida de decenas (la tasa de homicidios es de 115 por 100 000 habitantes, 5 veces la nacional).

Andan asustadas las mujeres rurales en el Bajo Cauca (obligadas por actores armados a servirles o morir) y las comunidades de los Montes de María.

No puede estar bien el país cuando el niño Indígena Plinio Dogari Majore, de 12 años, estudiante de 6° en la Isla, Murindó, pierde una pierna al pisar una mina y cuando hasta los opositores al fracking en el Magdalena Medio deben esconderse por amenazas serias.

Es la Colombia herida, la de 18 masacres en menos de dos meses de 2021. La Colombia que solo se atiende, como en el Catatumbo, con más tropas.

No, no vale la excusa simplista de que este gobierno hace mucho. La realidad es otra. Y mientras buena parte de los colombianos no esté bien, el país no puede estarlo aunque en la gran ciudad se vea el mundo plácidamente, mirando para otro lado y desentendidos.

¡Cómo duele!

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