Para los legos en el tema cuentan las cifras concretas, sin muchos rodeos ni retóricas. Titula este diario: “El país reclama una política de empleo clara”. En Quibdó, la desocupación en junio pasado alcanzó el 20,3. En Valledupar fue del 16,2 y Armenia reportó el 15,8. Medellín, incluso con su dinámica comercial y turística, está en 12,6. El Dane habla de un cambio de tendencia, pero la realidad es que la depresión de la oferta laboral habla de una economía estática.
Ya por fin el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, fue capaz de asumir una actitud de autocrítica, pero a la vez dejó desconcertados a sus interlocutores: “La preocupación es enorme, los números son regulares tirando a malos. No entiendo a cabalidad qué es lo que sucedió ni cuáles son las mejores medidas que podamos tomar para corregir esta dinámica (...) Estamos trabajando sobre qué pasa con unos sectores que aumentan su producción pero tienen estancado el empleo”.
Esas preguntas retóricas del Ministro fueron calificadas de cínicas por las centrales obreras que exigen políticas y acciones eficaces. Pareciera que volvemos a los tiempos de aquella frase del desaparecido Fabio Echeverri, expresidente de la Andi: la economía va bien, pero el país va mal. Hay crecimiento, pero no desarrollo económico. Un gigantismo que no redistribuye ingresos y riqueza y mucho menos genera empleo decente.
Pero ojalá la economía fuese tan bien. Las proyecciones estiman crecimientos del 3 por ciento, o menos. El comercio está estancado y las micro, pequeñas y medianas empresas en crisis, y en tránsito de cierre, se cuentan por miles. Lo saben las cámaras de comercio y la DIAN.
En ese contexto de vaivenes económicos, el país lleva 15 reformas tributarias en 25 años y afronta un déficit de 8 billones para su presupuesto 2020. La tasa de usura sube en agosto de 28,92 a 28,98. La Ley de Financiamiento por ahora no le permite al Estado asegurar los recursos para gastos e inversión.
En esa carrera por enderezar el barco, se quieren tensar las cuerdas y las velas vendiendo “activos productivos”. El mal negocio de la liquidez inmediata, para luego, en el largo plazo, quedarnos sin esos patrimonios y sin la rentabilidad que generaban.
Entre tanto, siguen entrando venezolanos a chorros lo que trae sobreoferta de mano de obra, mayor informalidad e incapacidad de absorción laboral. Una encerrona.
El aumento de la tasa de desempleo, para muchos analistas, es señal inequívoca de que las condiciones económicas no mejoran y que tampoco se da la reacción esperada del circuito a las medidas de choque del Gobierno Nacional. Tras un año de gestión, muy regular, es hora de que el presidente Iván Duque apriete tuercas .