Por david e. santos gómez
La elección de Boris Johnson como primer ministro británico va a materializar el peor de los escenarios posibles para Europa. Aunque en el continente temen decirlo y en la isla prefieren los eufemismos, la verdad es que los discursos del nuevo residente del 10 de Downing Street permiten prever un Brexit forzoso a finales de octubre, sin ningún acuerdo con Bruselas y con enormes perjuicios para ambas partes.
Rodeado de euroescépticos en su gabinete, Johnson recibió un saludo frío y protocolario por parte de la Unión Europea. El británico pretende renegociar los términos de la salida, pero el bloque se lo ha negado tajantemente. Lo que se acordó con la ahora ex primera ministra Theresa May se antoja inmodificable, al menos en los asuntos más sustanciosos, y los caminos a seguir parecen todos complejos y cada vez más dañinos para los británicos.
Como pioneros en un divorcio de la Unión y provocadores de un sismo que lleva ya tres años, el costo de la insurrección británica será muy alto. Los otros dos pilares europeos, Alemania y Francia, no están dispuestos a demostrar una fragilidad que podría entusiasmar a otros países interesados en abandonar el grupo.
Pero además de los escollos en el continente, Johnson desafía a su propio país. El mismo legislativo que le negó en repetidas votaciones el acuerdo a May, no parece que vaya a ceder ahora, mucho menos si no logra cambios sustanciales para la retirada, cosa que es improbable.
Frente a ese callejón oscuro el panorama dibuja un segundo semestre de terror en la política europea. Sin ningún tipo de convenio a la vista se abre la posibilidad de elecciones generales británicas que ampliarán la incógnita al modificar las mayorías parlamentarias. Como si fuera poco, Escocia, en rebeldía por las condiciones de una salida de la Unión que no desea, insiste en repetir su referendo independentista. Como Reino Unido sale de la Unión, ellos salen del Reino Unido.
Con apenas una semana en el cargo, Johnson no tendrá luna de miel. Su discurso altanero se enfrentará a la realidad de un Brexit en el que está en franca desventaja y quizá, por hacerle honor a su imagen de político obstinado, terminará por arrastrar a su nación a ser protagonista de una de las peores fracturas europeas desde la Segunda Guerra Mundial.