Por david e. santos gómez
En la arena geopolítica el 2021 tendrá un inicio rápido y peculiar. El próximo 5 de enero las elecciones del estado de Georgia por dos sillas en el senado estadounidense definirán la gobernabilidad del presidente electo Joe Biden en sus primeros años y, de manera expansiva, su estilo de mando.
Las votaciones son la segunda vuelta de un proceso que no tuvo ganador concluyente el pasado 3 de noviembre, día también de las presidenciales, lo que obligó a un desempate. Los dos escaños actualmente están en manos de los republicanos David Perdue y Kelly Loeffler y los demócratas Jon Ossoff y Raphael Warnock esperan desbancarlos. El enorme peso de este sufragio recae en las cuentas actuales para controlar el Senado: los republicanos tienen 50 sillas y los demócratas 48. A los conservadores les falta uno para la mayoría y los liberales pretenden impedirlo. Lo ideal para estos últimos sería ganar los dos cupos y obligar a que, como está escrito en la ley, cuando se dé un empate en el recinto tras la votación de alguna ley sea la vicepresidenta Kamala Harris la encargada de dar el veredicto que incline la balanza.
Al igual que ocurrió en las presidenciales, Georgia inició la votación anticipada hace un par de semanas y ha sido masiva, lo que parecería favorecer a los demócratas. Sin embargo, las encuestas muestran empates técnicos en las dos peleas. El enorme e inesperado peso que tomó la lucha por las sillas de la Cámara Alta en este estado no tiene precedentes y los dos partidos, incluyendo el presidente electo y el saliente, enfilaron su munición para garantizar el triunfo.
Buena parte del apoyo republicano al discurso trumpista, sin sustento, de unas elecciones fraudulentas, se debe justamente a estas elecciones por el Senado. El partido mayoritario teme que, al ir contra el presidente, sus bases se enfurezcan y les retiren el apoyo. Los demócratas por su parte, confían en que esa misma locura del mandatario les dé el empujón final.
Las últimas horas de Donald Trump demuestran un nivel tan errático, incluso para su bajo estándar -con ataques a su partido por las leyes de presupuesto e indultos a amigotes corruptos- que algunos indecisos pueden retirar su voto conservador. Pero el multimillonario aún no deja la Casa Blanca y estará preparando una última sorpresa. Es claro que antes de cerrar la puerta quiere dejarle a su sucesor un incendio