¿Por qué una universidad lleva el título de pontificia o de católica? ¿qué la diferencia de una universidad que no lleva este nombre? La constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae, de San Juan Pablo II, publicada en agosto 1990, presenta ricas reflexiones y ofrece unos lineamientos sobre la identidad de estas instituciones. Tras 30 años de publicado este documento, vale la pena leerlo de nuevo y ver el aporte que estas instituciones representan para la Iglesia y para el mundo del saber.
No se trata de que las universidades católicas funcionen como una “burbuja” donde estudiantes y funcionarios se aparten del mundo para vivir solo con aquellos que profesan su misma fe. Se trata más bien de que estos campus sean espacios en los que la luz del mensaje de Cristo ilumine las diversas ramas del conocimiento, algo que puede resultar muy provechoso también para quienes no profesen la fe católica.
Por ello es muy enriquecedor para una universidad católica que tenga las puertas abiertas a estudiantes y profesores de diversos credos. Es importante que exista un diálogo cordial y se espera de la misma manera que quienes trabajan o estudian allí respeten aquello que profesa el catolicismo.
El Papa menciona en este documento algunos pilares como la investigación, que debe buscar el diálogo entre la fe y la razón así como la preocupación ética, particularmente en el campo científico y tecnológico; la formación, la cual debe “preparar personas capaces de un juicio racional y crítico, y conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana”; el servicio a la Iglesia y a la sociedad, por medio del estudio de problemas contemporáneos (dignidad de la vida humana, calidad de vida personal y familiar, protección de la naturaleza, búsqueda de la paz y estabilidad política, distribución equitativa de recursos, nuevo ordenamiento económico), promoviendo la justicia social, buscando la cooperación con diversas disciplinas académicas; el diálogo cultural entre el pensamiento cristiano y las ciencias modernas; la evangelización dando testimonio de Cristo y el gran aporte que su mensaje puede dar a una cultura impregnada de secularismo y, como dije al iniciar, la relación respetuosa con los no católicos.
Estas instituciones deben contar con un departamento de pastoral universitaria que ofrezca, tanto a los estudiantes como profesores y funcionarios que así lo deseen, espacios para vivir y alimentar su fe (retiros, peregrinaciones, momentos de oración, preparación para los sacramentos entre otros) y en donde puedan estudiar y ejercer su carrera según estas creencias. Lo ideal es que esto se traduzca en iniciativas sociales como misiones urbanas o rurales y también en proyectos de índole cultural iluminados por la luz de la fe, que busquen un rico diálogo con las diferentes ramas del saber.
Quise, como funcionaria que soy de una universidad católica, leer nuevamente la Ex Corde Ecclesiae y ver la actualidad que sigue cobrando este documento. Vale la pena releerlo y reflexionarlo en su 30 aniversario y buscar nuevas estrategias para vivir “el gozo de buscar la verdad, de descubrirla y de comunicarla en todos los campos del conocimiento”, como dijo Juan Pablo II en este documento.