Ojala que estos tiempos de contingencia nos sirvan para aprender que los servicios básicos los debemos tener asegurados con plan A, B, C. Lo digo por el agua. En este momento de emergencia es básico el preciado líquido, no solo para el aseo constante de las manos. El Gobierno nacional ha ordenado que se debe aumentar la frecuencia de limpieza y lavado de las zonas públicas. Lo que no me gusta es que esto último supongo que deberá hacerse con agua tratada que ha tenido que pasar por todo el costoso proceso de potabilización. Y, por supuesto, el costo lo tendremos que pagar nosotros. Claro que el Gobierno fue muy querido, pues dio un plazo de seis meses, cuando ya no estemos bajo la declaratoria de emergencia. “La Resolución también indica que los operadores deberán aumentar las frecuencias de limpieza y lavado de zonas públicas, pero precisa que el costo, igual que con la tarifa del agua, se verá reflejado en los próximos seis meses de que termine la vigencia de la declaratoria de emergencia”, se lee en El Colombiano del pasado 20 de marzo.
Vuelvo y pregunto, como en columnas anteriores: ¿por qué no existe una reglamentación oficial que obligue a todos los establecimientos públicos, edificios, centros comerciales, casas, apartamentos, iglesias, etc. a tener inmensos tanques de recolección de agua lluvia para lavar aceras, garajes, fachadas, parqueaderos y cuanta cosa superflua? ¿Por qué hay que botar agua potable de esta manera? Ni el agua purificada está para tirarla de esa forma ni nosotros estamos como para pagar por ello.
Si se viviera una emergencia con el agua (los locos que dirigen el mundo son capaces de una estupidez en ese sentido), ¿podríamos superar el asunto? Sé que ni nosotros ni nadie estamos preparados. Lo que quiero decir es que la inteligencia humana y buena parte del presupuesto se deberían emplear en tres cosas: cómo garantizar aire, agua y alimentos a la población, en cualquier circunstancia, porque realmente es lo único que necesitamos para vivir. El resto es confort, lujo o facilidad.
Nota: Los que se fueron “de puente”, ¿estaban huyendo? ¿No pensaron que ya pueden portar el virus y que lo que hicieron fue regarlo por todas partes? No es charlando: quedémonos en casa.