Con la llegada de los diferentes tipos de vacuna contra el covid-19 está sucediendo lo que muchos temimos (aunque conservábamos la esperanza de que no fuese así): Las naciones más ricas, y dentro de ellas, las personas más poderosas están acaparándose de las dosis que los harían inmunes ante este virus amenazante. Esto parece contradecir el deseo del Papa Francisco recientemente: “Ojalá que al final ya no estén 'los otros', sino sólo un 'nosotros'”, escribió su última encíclica Fratelli Tutti.
La desigualdad en la distribución de vacunas fue denunciada por el director general de la Organización Mundial de la Salud Tedros Adhanom Ghebreyesus quien aseguró en un discurso de apertura del Comité Ejecutivo: “"Debo ser franco: el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso se pagará con las vidas y el sustento de los países más pobres".
El líder de la OMS condenó el hecho de que en muchos países, gente sana y joven esté accediendo a la vacuna, antes que personas vulnerables y lanzó duras críticas a la estrategia del “yo primero” antes que una medida de solidaridad global.
Por ejemplo, (señala un artículo de la BBC) en los países más ricos se han distribuido unos 39 millones de dosis de la vacuna contra el covid mientras que en algunas naciones pobres se han distribuido solo 25 dosis. Esto no solo favorece la desigualdad entre las naciones sino que también al planeta entero ya que “estas acciones tan sólo prolongarán la pandemia, las restricciones necesarias para contenerla y el sufrimiento humano y económico", añadió el secretario general de la OMS.
De la misma manera un informe de People’s Vaccine Alliance, citado por el portal Aleteia afirma que las naciones ricas, que representan el 14% de la población mundial, han acaparado el 53% de las vacunas.
En este tiempo estamos más conectados que nunca, aún así, vemos cómo el mundo enfrenta con tanta dificultad el individualismo, el querer pensar en la propia nación más que en el bien común haciendo que, a la larga, perdamos todos.
Como dijo el Papa Francisco: “El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia”.
Ojalá pueda la vacuna distribuirse de manera equitativa, favoreciendo a los profesionales de la salud, a los ancianos y luego distribuyéndola a la población por igual. Ojalá de esta crisis salgamos mejores y no peores, al encontrarnos con nuestra propia fragilidad, la de la humanidad y con la necesidad que tenemos todos de acciones solidarias para vivir como hermanos y no como rivales. Y, como dijo el Papa Francisco, “Ojalá (la pandemia) no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender”.