En estos tiempos inciertos, con temores de recesión mundial, siempre es conveniente recordar lo malos que somos los economistas para hacer pronósticos y así tomar distancia de lo que se está diciendo. Muchas carreras se han frustrado por la incapacidad de los colegas para dar una buena previsión, en el momento en que más se necesitaba su consejo.
Históricamente, hay dos ejemplos famosos de esos descaches. El primero es el sistema de indicadores de la Universidad de Harvard del profesor Persons, que se divulgaba en la primera revista económica de esa universidad en las primeras décadas del siglo XX. Conocido como el barómetro de Harvard, el sistema estaba compuesto de tres grupos de indicadores (adelantados, coincidentes y rezagados), seleccionados cuidadosamente y tratados estadísticamente.
Aunque tuvo algunos éxitos previos, la desgracia de Persons fue que no pudo predecir la Gran Depresión, eso significó el fin de ese proyecto y de la revista que estaba demasiado vinculada con él. Desde entonces, toda la atención y los recursos fueron a parar al National Bureau of Economic Research (NBER), entidad privada que tenía su propio sistema estadístico y se volvió la autoridad en el seguimiento de la economía. Con el trabajo de Kuznetz fue pionera de las Cuentas Nacionales y posteriormente se transformó en el más importante centro de pensamiento de Estados Unidos. Conserva su función de determinar si la economía está oficialmente en recesión.
El otro caso es Irving Fischer, uno de los más importantes economistas de principio del siglo pasado. Fischer hizo aportes en teoría económica, economía monetaria, micro y macroeconomía. También trabajó en el campo de los números índices en el que sus aportes fueron fundamentales. Por su prestigio pudo mantener durante mucho tiempo una columna de opinión en los principales diarios de Estados Unidos. En la columna Fischer se empeñó en algo que hoy es común, pero en ese entonces no lo era, tratar asuntos de economía en una columna de opinión con el propósito de instruir al gran público. Precisamente, en su columna afirmó, antes de que sobreviniera la crisis, que las cotizaciones en la bolsa habían alcanzado su nivel de máxima estabilidad de acuerdo con el índice que había construido para esto.
Investigadores modernos concluyeron que, con los indicadores y técnicas de que disponían, ni Persons ni Fischer hubieran podido predecir la crisis. El problema era que estaban mirando para otro lado, como demostraron los estudios posteriores. Algo similar, puede decirse que sucedió con la crisis financiera global de 2008. En esa ocasión, con más teoría, más modelos y estadística, muchos tampoco vieron el monstruo que se estaba incubando y los pocos que sí lo hicieron se volvieron famosos.
Actualmente, hay la sensación de que esta posible recesión ha sido la más pronosticada y esperada, al contrario de lo que se había visto con anterioridad. Pareciera que casi nadie cree hoy que algo distinto pueda pasar. En cierta forma, puede llegar a ser una profecía autocumplida o una pifiada masiva.