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Elbacé Restrepo
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Elbacé Restrepo

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Velitas con propósito

Por Elbacé Restrepo

elbaceciliarestrepo@yahoo.com

Con el Día de las Velitas, fecha que se celebra cada 7 de diciembre, arrancan las fiestas de Navidad para los católicos en Colombia. Y para los no católicos también, incluso para los ateos, porque ah poquitos los que no decoran la casa o no sucumben ante una buena chicharronada con amigos o familiares mientras se prenden las velas en la acera de la casa elegida.

El origen de esa tradición data de hace 166 años, cuando el Papa Pío IX emitió la bula mediante la cual se afirma que la Virgen María fue concebida sin pecado original. La víspera de aquel 8 de diciembre de 1854, los devotos se reunieron en la plaza de San Pedro de la Ciudad del Vaticano, en Roma, a cantarle y rezarle a la Virgen, cuya concepción impoluta en el vientre de santa Ana, su madre, sería declarada dogma de fe por el papa al día siguiente. Y no pienso entrar en discusiones, solo estoy contando la historia, así que continuemos...

Esa noche prendieron velas y faroles como homenaje a la Inmaculada Concepción, fiesta que se celebra desde entonces. La noticia se regó por todo el mundo, y eso que no había WhatsApp, ni nada parecido, y con ella la costumbre de prender luces en la víspera se arraigó por todos los países católicos del mundo. Así, pues, desde ese lejano 1854, el Día de Velitas o Noche de Velitas es un homenaje a la Virgen María Inmaculada y significa la ausencia en ella del pecado original que Adán nos legó a todos sus descendientes. Crean o no, gústeles o no, de ahí viene este ritual que algunos todavía disfrutamos tanto.

Aunque la costumbre no es solamente colombiana, en nuestro país está más arraigada y más extendida a todo el territorio que en muchos otros lugares. Y aunque no todos encienden las velas con el fervor de la oración, la de las Velitas es una de las actividades que reúne a las familias para compartir afuera de sus casas, algunos con más rumba que rezos, la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Este año nos recomiendan celebrar con moderación. Algo de lo que tenemos poco. Y no debería ser solo por el riesgo de contagio, que sigue respirándonos en la nuca, sino porque en estos nueve meses se han llorado tantos muertos y se han perdido tantos empleos, que las celebraciones ruidosas y ostentosas son como una ofensa contra los que hacen el duelo por sus pérdidas humanas y materiales.

Tal vez sea arar en el mar y sembrar en el desierto, porque ponernos en la piel del otro a veces nos cuesta mucho, pero herir los sentimientos y las emociones de tanta gente lastimada, adolorida y preocupada que tenemos alrededor, no es compatible con la empatía que tanto pregonamos, palabra que luce desgastada de tanto usarla, aunque poco la ponemos en práctica.

¿Seremos capaces de vivir las fiestas sin abrazos, sin besos, sin tanto ruido, sin egoísmo y con respeto por los que más han sufrido en este eclipse? Enciendo mi luz por ello. Y por ellos.

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