La situación ha llegado a un punto de no retorno y algo tendría que suceder. El régimen de Maduro cada vez más aislado de su pueblo y arrinconado por la presión internacional se va a defender con patas y manos, como lo mostró en las fronteras. La oposición, por su parte, ha encontrado en Guadió una figura dinámica, carismática y cada vez más audaz en su discurso en el que quiere sacar a la calle al pueblo a presionar la salida del usurpador e insta al ejército a que se subleve y deje de apoyarlo.
Pueden pasar varias cosas en este momento de máxima tensión en el que, por ejemplo, un carcelazo a Guaidó puede desatar la ira de Estados Unidos, como se nos ha advertido. Esa situación pondría a Maduro y sus secuaces con los pelos de punta y la posibilidad de que su nerviosismo los radicalice aún más y los lleve a acciones desesperadas con el sostén del ejército, los servicios de seguridad y los colectivos. Estados Unidos puede optar por apoyar a un sector de los militares. Venezuela se deslizaría inexorablemente hacia una guerra civil.
Es posible una salida pacífica donde los militares retiren su apoyo a Maduro y este sea destituido. Algo que no se ve tan fácil, pues el llamado de Guaidó fue desechado con firmeza por el ministro de Defensa y los altos mandos. Tal vez la amnistía no pareció un precio adecuado a los generales. Su influencia en el gobierno es sustancial y controlan nada menos que a la estatal petrolera, PDVSA, entre otras importantes entidades.
Los generales tienen atado su destino al de Maduro y si este falta pudieran ver amenazada su posición económica y su influencia política. En esas condiciones, con el poder que hoy tienen las fuerzas armadas, solo pueden llegar a destituir a Maduro si mantienen ciertos privilegios y se les garantiza la protección política. De todas formas, un camino azaroso. En esta negociación, el punto de honor es la garantía del retorno a la democracia, con un gobierno de transición que convoque elecciones libres en un plazo razonable.
Queda un último escenario y es que Venezuela se convierta en la Cuba continental o en la Corea del Norte latinoamericana. Los generales siguen apoyando a Maduro y sus aliados internacionales (Rusia, China, Turquía) alivian parcialmente con dinero y asistencia técnica las penurias de la economía venezolana. Maduro y sus secuaces resisten la presión internacional y la oposición no logra encender la llama de la insurrección popular y, poco a poco, se diluye. Se instala la economía de la pobreza. En este caso, la tristeza se instala en el ADN de los venezolanos y continúa su triste éxodo hacia el resto del mundo.
La única alternativa que le conviene a Colombia es la salida pacífica a la crisis. Ni la guerra civil ni una Venezuela empobrecida y socialista son situaciones que nos favorecen y, mucho menos, a los venezolanos.