Por Valentina Toro Giraldo
Universidad Pontificia Bolivariana
Comunicación - Periodismo, semestre 7
valentoro21@hotmail.com
Cuando a un familiar le daban la noticia de que debía recibir un trasplante se creía que lo más difícil era encontrar ese donante. Hace muchos años se hablaba del tráfico de órganos: la gente pagaba por el que necesitara. Pero con el paso del tiempo las personas se dieron cuenta de que eso es imposible, porque los cuidados antes, durante y después de la cirugía deben estar bajo supervisión de especialistas que conocen el órgano nuevo y el cuerpo que lo recibe.
Otro problema era que la gente no donaba porque se creía que algún milagro devolvería al ser querido a la vida, pero gracias a las diferentes campañas de concientización se pudo aclarar un poco que solo se dona cuando a las personas les da muerte cerebral, pues en ningún caso se ha visto que alguien vuelva en sí luego de que ello suceda.
Para el exfutbolista Diego Tello, su posibilidad de seguir viviendo dependía de un trasplante de médula ósea. Hace unos meses le habían diagnosticado leucemia linfoblástica y las quimioterapias le afectaron otros órganos, esto quería decir que iba a salir más cara la cura que la enfermad, ya que sanaban un órgano pero afectaban otros.
El jugador que hizo algún día parte del plantel de América de Cali, Envigado, Millonarios y otros equipos de Colombia murió el pasado 5 de agosto esperando la única cura, un trasplante. No fue porque alguien no quisiera donar, pues desde hace cuatro años con la Ley 1805 del 2016, cualquier colombiano que en vida no haya expresado por escrito su negativa a donar órganos es un potencial donador y así se podrán salvar más vidas.
En esta ocasión quedó una familia triste y con un sinsabor con su EPS: durante varios meses lucharon para que le autorizaran el trasplante de médula ósea que necesitaba. Como ese caso, pasan muchos en Colombia a diario y no solo con futbolistas, también con niños, ancianos, estudiantes y personas del común que esperan que sus EPS, a las que les pagan cada mes, les autoricen una cirugía, una cama, una quimioterapia, un traslado, una cita y hasta una pastilla de la cual depende la vida de muchas personas. Pero parece que su vida no valiera. A diario la gente pone tutelas porque les violan un derecho fundamental, pero ni eso les sirve. Es como si llegaran quejas a un buzón de sugerencias.
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