Por Luis Carlos Villegas E.
Escribí en enero que había que profundizar la bancarización, es decir, aumentar el índice de colombianos adultos que usan al menos un producto bancario. Pues bien, cinco meses de virus han bastado para que lleguemos a cifras inéditas de inclusión financiera, superando las metas establecidas para 2022 por el Plan de Desarrollo del gobierno Duque. Pudo más la necesidad que la política.
A la fecha, 86 colombianos de cada cien tienen acceso a algún producto financiero. Desde marzo, un millón y medio de usuarios se han vinculado al sistema. El confinamiento y las transferencias monetarias del Gobierno son los causantes de este masivo y repentino cambio de la gente y de las empresas. Entre abril y julio de este año, la participación de la banca por internet en el total de las operaciones monetarias pasó del 15 % al 20 %; la de banca móvil del 6 % al 20 %; la de los corresponsales bancarios del 12 % al 17 %. Y la participación de las oficinas de los bancos cayó del 14 % al 10 %; la de los datáfonos del 21 % al 15 %; y la de los cajeros automáticos del 24 % al 19 %. Todo lo que no sea presencial, aumentó; todo lo que nos requiera de cuerpo presente, cayó. El número de las operaciones por internet y por telefonía celular es prácticamente igual, con montos de ¡once billones de pesos diarios! Las operaciones de las oficinas de los bancos han caído a la mitad de esa cantidad.
Por el lado del Banco de la República hay que reconocer con entusiasmo que ha estado a la altura de las circunstancias difíciles de la economía y ha comunicado bien. Ha salido discreta, masiva y oportunamente a dar liquidez actual y seguridades de liquidez futura a los bancos y al Gobierno y ha bajado sus tasas de referencia cinco veces en este 2020, hasta el 2,25 % anual.
También han bajado las tasas para la remuneración del ahorro y de la liquidez: hoy un CDT a tres meses paga, si mucho, 4 % anual, con una gran disminución en los ingresos de muchos ahorradores de la clase media y de personas de edades mayores jubiladas, o inactivas.
¡Pero las tasas de los créditos no bajan lo mismo! Seguimos con spreads, es decir, la diferencia entre lo que paga el banco y lo que se le paga al banco, de entre 10 y 20 puntos porcentuales; este es un nivel pernicioso, único entre la membresía de la OCDE, indigno de un país moderno. Tenemos una oportunidad de oro para que la baja en las tasas derivada de la liquidez económica y de las medidas en tasas del Banrepública, la disfruten los usuarios crecientes del sistema financiero. No debe trasladarse la baja en las tasas activas a las ganancias de los bancos; este descenso debe ser actor principal en la recuperación económica de las familias, de las personas, de las empresas y del empleo formal. Un sector financiero sano es una necesidad inexorable; su sanidad debe derivarse de una economía creciendo o de una economía recuperándose; no provenir de un margen gigantesco como el que hoy se aplica y que no ha variado sustanciamente, tal vez en el margen, durante esta crisis.
Bancarizar era una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo. La bancarización se ha acelerado por la crisis, pero no así la caída en el costo del dinero para los usuarios. El paso siguiente, inexorable para el pleno desarrollo de nuestro país es abaratar el crédito formal y masificarlo dentro del sistema financiero.