A fuerza de vivir desbocado uno va a acumulando conocimientos de toda clase y condición. Algunos no sirven más que para elegir un buen ron o un sabroso habano, para acertar en los concursos de la tele o para repasar las capitales de todo el mundo con los colegas de redacción mientras se va rellenando el pavo (las páginas), incluidos los departamentos colombianos, los estados de EE.UU. y hasta los de Brasil. Ay, pero otros dan para ganarse la vida y algo más. Y como soy un dechado de generosidad, aunque esté mal que yo lo diga, aquí les vengo a compartir uno de mis más preciados tesoros. Si Dios quiere, vamos a vivir un buen montón de años. Si es usted nonagenario no se lo tome al pie de la letra porque está en tiempo de descuento y al borde de los penales, utilizando el símil futbolero ya que tanto Colombia como España están en semis de sus respectivas copas continentales. Pero si anda usted entre los 25 y los 60, hágame caso, necesita ahorrar a marchas forzadas porque va a disfrutar de muchos años ociosos por delante.
El otro día me documentaba leyendo un sesudo informe sobre el futuro de las pensiones en España en el que se desgranaban por capítulos las principales variables que afectan a los sistemas de jubilación. La natalidad, la esperanza de vida y la inmigración son elementos cruciales para que el cóctel funcione. Como saben, y si no aquí estoy yo para darles el detalle tonto del día, la mayoría de sistemas de pensiones que nacieron a principios del pasado siglo en Europa fijaron la edad de jubilación en los 65 años porque así lo decidió Otto von Bismarck. De hecho, el canciller prusiano la estableció en 1889 a los 70 años en una época en la que la esperanza de vida media era de tan solo 35 años para los hombres y 38 para las mujeres. Bismarck, que no era precisamente un demócrata, impulsó una serie de reformas sociales para acallar la expansión del socialismo y el sindicalismo entre la nutrida clase obrera. Pero como de lerdo no tenía un pelo, solo los aristócratas que no daban palo al agua lograban llegar a viejos. Así que, como no había un vivo que cobrara la jubilación, se decidió rebajar la edad a los 65 años y así se ha quedado hasta nuestros días. Sin embargo, la esperanza de vida se ha duplicado en los últimos 100 años. Desde las cavernas hasta el siglo XIX —unos 60.000 años—, la esperanza de vida media de la humanidad se mantuvo en los 31 años.
Hoy, un niño nacido en el mundo desarrollado tiene más de un 50% de posibilidades de vivir por encima de los 100 años, mientras que un niño nacido hace un siglo, sólo tenía un 1 % de vivir hasta esa edad.
Cuando se extendieron los sistemas de pensiones, solo el 45 % de cada generación llegaba a los 65 años. Ese 45 % apenas vivía once años más de media. En 1970, la esperanza de vida era de 73 años y el 70 % de las personas alcanzaban los 65 años. Quienes se jubilaban, además, vivían 15 años más de media. Hoy, al menos en España, el 90% de cada cohorte cumple los 65 años con 21,6 años de media por delante cobrando una nómina de jubilación.
Las proyecciones demográficas son similares para Colombia. La inmensa mayoría de ustedes van a tener una muy elevada probabilidad de llegar a los 85 años. Muchos con buena salud, si no se han castigado en exceso y pararon a tiempo. Lo que no está tan claro es con qué recursos contaremos para vivir esos años. Así que, por si nuestros queridos gobernantes no hacen los deberes a tiempo, les recomiendo ahorrar cuanto puedan para disfrutar de la que puede ser la etapa más larga y fructífera de la vida. Y que un servidor lo vea