Por David E. Santos Gómez
El presidente Joe Biden empieza a marcar con firmeza los linderos de su política exterior respecto a los conflictos en el hemisferio oriental. Más allá de su interés de retornar a las estrechas alianzas con Europa y de firmar los reingresos a organizaciones multilaterales de las cuales Donald Trump salió a portazos; las últimas declaraciones de EE. UU. llevan el foco al siempre inestable Medio Oriente y al delicado asunto del trato nuclear con Irán.
La mano tendida en forma de negociación que había extendido Obama en 2015 ayudado por la Unión Europea más China y Rusia, para disminuir la capacidad nuclear iraní, fue despreciada por la administración republicana entre 2017 y 2020. Los años del conservadurismo estadounidense acabaron con los acuerdos logrados entre Washington, Europa y Teherán, e insistieron en las sanciones económicas como el camino para impedir el proceso armamentista de estos últimos. Los logros obtenidos por la intransigencia fueron minúsculos y el único que aplaudió la maniobra fue Israel, con el gobierno de Benjamín Netanyahu, que se siente tan cómodo con la bravuconería.
Pero ahora Biden deja la puerta abierta para que el proceso de diálogo vuelva, aunque es evidente que no será fácil. Las primeras respuestas de Irán fueron de negación y sus líderes aseguraron estar desconfiados de sentarse en una mesa que ya fue desarmada unilateralmente. Sin embargo, poco a poco, las frases de tensión dieron paso a alternativas. El presidente iraní, Hasán Rohaní, ya declaró que, si las sanciones económicas empiezan a ser retiradas, ellos retomarán algunos de los acuerdos que se establecieron hace un lustro.
En todo el panorama el gran expectante es Israel. Su gobierno insiste en que la amenaza atómica iraní los tiene a ellos como primer blanco y reniegan de cualquier concesión. Pero estas son otras épocas y Netanyahu sabe que con Biden no tendrá el mismo eco que tuvo con Trump, con quien compartía su visión maniquea de la geopolítica. Así, es de esperar que Tel Aviv intente señalar cualquier paso en falso del frágil camino que ahora busca recomponerse. Pero tiene que ir con cuidado. Por más incómodo que esté con el regreso de propuestas de diálogo por parte de la nueva administración demócrata, Israel sabe que, respecto a su vínculo con EE.UU. le cabe todo menos altanería. Podría perder mucho más que aquello que pretende lograr