Querido Gabriel,
“No estoy hablando directamente con mis compañeros, no puedo jugar con ellos. (...) Es importante tener libertad, poder salir, socializar”, dice Juan José Peña, estudiante de secundaria, al evaluar su experiencia escolar virtual. Millones de estudiantes y familias alrededor del mundo sufren por el cierre de los colegios derivado de la pandemia del Covid-19. Las opiniones divergentes entre científicos, gobernantes, sindicatos de maestros y familias han hecho que, al menos en Colombia, el tema esté casi congelado y permanezca en las márgenes de diálogo público. ¿Conversamos sobre el urgente retorno a la escuela e incluimos la voz de los estudiantes? ¿Hablamos acerca de por qué, cuándo y cómo abrir nuestros añorados colegios?
La ciencia es fundamental. Al comienzo de la crisis, lo razonable era cerrar, bajo el principio de precaución. Ahora, con más evidencia e investigación, sabemos que los colegios son lugares bastante más seguros que muchos otros espacios. El riesgo de contagio y de muerte por un encuentro en un aula es bajísimo. En el segundo semestre de 2020, Israel, Suecia, Finlandia, Japón y Uruguay, entre otros, abrieron sus colegios con base en estos estudios, y muchos los siguieron. No quiere decir que el riesgo sea cero, que los colegios puedan estar abiertos en todas partes, de cualquier manera. Hay que hacerlo con protocolos claros y cuidado, dependiendo del nivel de contagios y del estado del sistema de salud de cada comunidad. Pero hay países donde ya comprendieron, como propone la OMS, que “el cierre de colegios debe solamente considerarse cuando no haya más alternativas”.
Las consecuencias de estos cierres, por otro lado, son catastróficas. En niños y niñas aumenta la desnutrición y se evidencia el atraso en el aprendizaje y en el desarrollo de las inteligencias social y emocional por la falta de interacción con sus compañeros y profesores. En las familias y en la economía el golpe es contundente. Si no hay colegios, alguien tiene que cuidar a los hijos. En una sociedad machista, esto se traduce en cientos de miles de mujeres inactivas, separadas del mundo laboral. Todos perdemos: las mujeres su libertad, las familias sus ingresos y talento las empresas.
Por esto, son importantísimos los esfuerzos gubernamentales que defienden el regreso a la vida escolar con el modelo de alternancia. Maestros y familias tienen preocupaciones razonables, pero ¿no dirías que en este caso hay algo más importante que nuestros miedos? Podríamos volver con un esquema flexible, voluntario para las familias, con mucha pedagogía, acogiendo nuevos hábitos de higiene y prevención. En el caso de los maestros, debemos convocar su talento y compromiso, seguir cuidando a aquellos más vulnerables y a los demás invitarlos a ser parte de la reactivación educativa, económica y espiritual del país.
Al final, lo que parece un tema científico, político o burocrático, es ante todo un asunto de prioridades nacionales, una encrucijada ética. ¿Si el empleo y la economía son tan importantes, no deberíamos igualmente defender la educación y la cultura? Dejar de estudiar, abandonar así a una generación entera, es un error que un país jamás puede cometer.
Confiemos en nuestros niños, ahora cuando más nos necesitan. En un proyecto de Comfama para escuchar su voz ante esta situación, para “enseñar a los grandes”, nos sorprendió la comprensión que tienen del virus, lo conscientes que son, cómo cuidan y se cuidan. Eso de que los infantes no entienden y no hacen caso es un mito que replican quienes ignoran que un niño es un maestro al que aún no le hemos prestado la atención que se merece
* Director de Comfama