Por Daniel Villegas Díaz - opinion@elcolombiano.com.co
Expresan claramente las autoridades electorales que el voto en blanco no tiene ninguna connotación legal en esta segunda vuelta.
Históricamente, este tipo de votación nunca ha sido relevante, pues escasamente superó el uno por ciento del total de los concurrentes a las urnas en las últimas elecciones. Es decir, quienes así votan no consiguen influir en el resultado final y su protesta no es sustancial ni cambia el resultado total, así sea algo respetable.
Votar en blanco es permitir, ante su real vacío legal, que otros decidan por quien pretende ejecutarlo de esa manera, lo que es casi igual que abstenerse de acercarse a las mesas de votación.
Probablemente, quienes piensan sufragar en blanco en esta segunda jornada no sienten afinidad ni con las tesis socialistas, estatales e ilusas de Petro ni con el estilo desabrochado, francote y sin alianzas políticas del ingeniero Hernández.
Motivar el voto en blanco es una estrategia de quien tiene los mismos votos invariables en las encuestas y en las urnas, que no suben ni bajan pase lo que pase, así haga las propuestas demagógicas que sean o sus compañeros estén en la cárcel o cerca de ella; en cambio, le pueden hacer falta a quien está en el proyecto de sumar los votos que obtuvieron los otros candidatos que defienden las instituciones y la libertad, invitando a todo aquel que tenga la voluntad de acercarse a las mesas de votación.
Por ello es sano reflexionar a quién se beneficiaría votando en blanco