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Rodrigo Botero Montoya
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Rodrigo Botero Montoya

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William Polk y el mandato claro

Por Rodrigo Botero Montoya

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El historiador y diplomático William Polk falleció a los 91 años de edad en su residencia en el sureste de Francia. Polk, descendiente del presidente James Polk, era un integrante de la élite política e intelectual estadounidense. Con títulos de historia en Harvard y de lingüística en Oxford, era un especialista en el mundo árabe, con amplia experiencia gubernamental. Sin habérselo propuesto, influyó sobre la actualidad colombiana.

Hice amistad con Polk a principios de los años setenta cuando asistí a una conferencia en el Adlai Stevenson Institute, un centro de estudios dirigido por Polk. Al finalizar la conferencia, Polk me invitó a cenar a su casa, una mansión estilo victoriano en Chicago, en cuya sala exhibía la silla de montar en camello sobre la cual había hecho la travesía del desierto.

Conociendo su experiencia como miembro del grupo de colaboradores cercanos del presidente Kennedy denominado The Best and the Brightest, le expresé mi admiración por la forma tan eficiente como había sido conducido el gobierno de la Nueva Frontera. Para mi sorpresa, me contestó que esa percepción no correspondía a la realidad. Quien lo afirmaba no era un opositor. Era un insider con conocimiento de causa. Al notar mi desconcierto, procedió a explicarme las razones de su afirmación. La descoordinación inicial del gobierno causó el error de continuar con un esquema descabellado de la CIA para tumbar a Fidel Castro, heredado de la administración Eisenhower. Ese error condujo al desastre de la Bahía de Cochinos y dio lugar a la instalación de armamento atómico soviético en Cuba, la Crisis de los Misiles de 1962, que estuvo a punto de abocar al mundo a una catástrofe nuclear. Cuando un presidente de Estados Unidos inicia su mandato, me dijo, cree conocer todos los factores de poder, excepto uno: la burocracia gubernamental. Frente a un nuevo gobierno, la burocracia está desorientada por un período de tres o cuatro meses. Si el gobierno no llega con el programa listo para ser implementado en los primeros cien días, está perdido. Para que eso suceda, tiene que haber al menos cien días; es decir, un período previo de trabajo intenso por parte del equipo del futuro gobierno para fijar prioridades y tener redactadas las primeras medidas. Y eso no sucedió en el gobierno Kennedy.

Aunque ese no era su propósito, esta última reflexión incidió sobre el inicio de la administración López Michelsen. Recién transcurridas las elecciones de 1974, el Presidente electo me pidió que nos reuniéramos en su apartamento para discutir la conformación del futuro gobierno. Al aceptar la responsabilidad de dirigir la política económica, traje a colación la advertencia de Polk para enfatizar la necesidad de comenzar a preparar las primeras medidas de inmediato.

En diciembre de 1974, estaba en vigencia una reforma tributaria que le permitió al país evitar la Crisis de la Deuda de los años ochenta. También se había reformado el Código Civil, para suprimirle todas las normas que discriminaban contra la mujer.

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