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¿Y esto cuándo se acaba?

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Por Lina María Múnera G.

muneralina@gmail.com

Cuentan los expertos, y lo confirma nuestro entorno, que toda clase de fatigas nos golpean ahora tras más de siete meses de convivir con el virus del Covid y de tratar de evitar su contagio. Se habla de la fatiga de precaución, que consiste en relajarse e ignorar las medidas de prevención tras un largo periodo de confinamiento; también está la fatiga cognitiva, que es esa sensación de cansancio frente a las tareas que antes hacíamos sin problema; y ya de manera genérica vivimos una fatiga pandémica que produce ese efecto de apatía, desmotivación y agotamiento mental que afecta a la salud emocional.

El panorama mundial de rebrotes, el alarmante aumento del número de contagiados y la vuelta a medidas restrictivas, nos conducen de manera inconsciente a buscar un hito específico que señale el punto de inflexión, de no retorno: ¿la curva aplanada? ¿El tratamiento idóneo? ¿La tan ansiada vacuna? Puede que ninguna de las anteriores. La gente está cansada y hay una tendencia cada vez mayor a correr el riesgo de enfermarse. La sensación es de frustración, porque ese esfuerzo y sacrificio que se exigieron de manera temporal, se prolongan cada vez más, y la perspectiva del final, seamos honestos, no se vislumbra ni tan siquiera para los próximos dos años.

El costo extraordinario que esto ha tenido para la gente ha sido el agotamiento que, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, en algunos países alcanza al 60 por ciento de la población. Lo que conduce a pensar que se necesitan respuestas más allá de la medicina o la salud pública, tal vez desde el ámbito de la creatividad y la innovación, para revitalizar la vida social. Porque esencialmente necesitamos interactuar y convivir. Somos gregarios, nos buscamos, no de manera constante pero sí urgidos por la palabra y el gesto. Aquí estamos, con los otros. Nos necesitamos. Porque de lo contrario sólo habría la nada.

Así lo dejó escrito Octavio Paz en un verso de su poema Piedra de Sol:

Para que pueda ser he de ser otro,/ salir de mí, buscarme entre los otros.

Los otros que no son si yo no existo,/ los otros que me dan plena existencia/

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros.

El director de la OMS, Tedros Adhanom, comentó hace poco: “Hay cansancio, pero no podemos abandonar”. Esto es más bien un proceso largo de convivencia con el cambio, que nos exige pasar del instinto de supervivencia a asumir que somos parte de la solución. Que esta carrera no es de velocidad sino de fondo y que como la Naturaleza nos ha demostrado siempre, sólo quien se adapta sobrevive.

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