El martes 8 de octubre, asistí a la Santa Misa que se celebró por las intenciones del presidente Álvaro Uribe Vélez. Llegué temprano cuando se rezaba el Santo Rosario y, casualmente, los misterios del día eran los dolorosos, que corresponden a la pasión de Cristo, eso sucedía en el momento en que el señor presidente padecía la pasión de la injusticia colombiana.
La agonía de Cristo en el Huerto me trajo a la memoria la agonía en estos largos años de injusticias, insultos, mentiras, visitas de sus enemigos a las cárceles para conseguir testigos falsos y vengativos, condenados en el gobierno del presidente Uribe. La flagelación, no física en este caso, pero sevicia cruel contra la víctima. La coronación de espinas para torturarlo como ahora torturan al presidente con calumnias. Cargar la cruz a cuestas que la ha cargado por nosotros, los colombianos, durante ocho años de gobierno y ahora sufriendo las calumnias de la izquierda vengativa. Y, la culminación, la crucifixión como pretenden que lo haga la justicia colombiana.
Dice el Evangelio: “En aquel tiempo, Jesús subió al monte y llamó a quienes Él quiso y ellos fueron hacia Él. Y designó a doce, a quienes llamó apóstoles, para que estuvieran con Él”. De los designados por Jesús, uno de ellos lo traicionó por treinta monedas de plata, el nuestro por una medalla y un diploma entregados en Noruega. Los otros fueron llevados a la cárcel por el delito de ser amigos del señor presidente Uribe.
Cuando nuestro mejor presidente llegó al Palacio de Justicia, fue ovacionado por infinidad de buenos colombianos que portaban la bandera de la patria. Al frente de ellos se plantaron unos vociferantes fanáticos de la izquierda que, por el contrario, portaban una bandera roja del partido comunista, la misma que vemos en Venezuela levantada por un pueblo con hambre por la política equivocada en nuestro hermano país.
Cristo fue llevado ante Poncio Pilatos, juez comprometido con la turba, juez político y débil que, ante dos acusados, para no comprometerse con la turba violenta y peligrosa, le dio la facultad a esa turba para escoger entre el justo y el delincuente Barrabás, para liberar a uno de los dos. Barrabás, conocido bandido, no sé si sería senador, falso y comprometido con la delincuencia, fue liberado y, el justo, crucificado.
Álvaro Uribe Vélez, el único presidente que ha salido del cargo con una opinión favorable de más del 70 %, que bajó los cultivos ilícitos a su más mínimo nivel, que permitió que volviéramos a recorrer el país, que tenía arrinconada a una guerrilla asesina, narcotraficante, violadora de menores, contaminadora de los bosques y ríos de la patria, ahora tiene que pagar el haber sido un héroe salvador de Colombia.
Mientras tanto, quien recorrió las cárceles de Colombia para recoger testimonios falsos de condenados durante el gobierno del presidente Uribe, presos que quieren vengarse de quien los persiguió, se niega a comparecer ante la justicia, no asiste, y esa burla, esa falta e irrespeto, es aceptada por la Corte. El Barrabás de nosotros también es tolerado.