Se ha discutido ampliamente el efecto macroeconómico de suspender abruptamente la exploración de hidrocarburos en el país, pues este sector aporta el 40 % de las exportaciones, un cuarto de la inversión extranjera directa y casi 20 % de los ingresos corrientes de la nación. Todo esto sin contar las regalías que, en promedio, representan un tercio de los presupuestos de inversión de alcaldías y gobernaciones. Considerando que tenemos 7,6 y 8 años de reservas de petróleo y gas, respectivamente, cualquier analista económico entiende que acabar con la exploración tendría serias consecuencias en la balanza comercial, la cuenta de capital y el fisco. Pero ¿cuáles serían los efectos en la vida de un ciudadano de a pie?
Tomemos el ejemplo de doña María, una emprendedora del barrio El Dorado en Envigado que sostiene a su familia con la venta de perros calientes, hamburguesas y chuzos durante los fines de semana. Semanalmente, el negocio requiere dos cilindros de gas de 40 libras, cada uno de los cuales cuesta 85 mil pesos. Con las ganancias de la venta de comida rápida, doña María compró hace 2 años una moto, la cual usa para llevar a su hijo al colegio y para ir a comprar el pan, las salchichas, el aceite y demás insumos para su negocio. Cada semana la moto consume cuatro galones de gasolina, un poco más de 36 mil pesos. Doña María ha notado que en el último año la factura de los insumos que semanalmente compra en la plaza mayorista ha pasado de 1 millón a más de 1,3 millones de pesos, superando la variación anual en alimentos para el mes de agosto que reportó el Dane de 25 %. En particular, a doña María le preocupa el precio del aceite y la papa capira, lo que la obligó a cambiar las papas a la francesa por papa criolla en todos sus platos. El perro especial, que trae queso y tocineta, hoy lo vende a 14.000 pesos y a doña María le da temor incrementar su precio, pues calcula que no vendería 175 semanales, sino 100 o menos.
Si el país decide acabar con la exploración de hidrocarburos, en menos de seis años la producción de gas y petróleo no sería suficiente para cubrir la creciente demanda interna. Esto quiere decir que perderíamos la autosuficiencia energética y nos tocaría importar gas natural para consumo doméstico. A doña María cada pipeta le costaría 220 mil pesos y tanquear la moto 70 mil pesos, pues al dejar de ser exportadores netos sería inviable mantener el fondo de estabilización del precio de los combustibles. Igualmente, el flete de los insumos se incrementaría significativamente y la cuenta semanal subiría a 1,7 millones de pesos. En este escenario, el precio del perro especial tendría que incrementarse a 21 mil pesos, pero doña María duda de que sus clientes lo puedan pagar. Con su negocio en riesgo, doña María tendría un estrés adicional: si el país pierde la autosuficiencia energética, los pagos de ingreso solidario, adulto mayor y jóvenes en acción que hoy reciben su hermano, su madre y su sobrina quedarían desfinanciados y la responsabilidad económica de sus familiares recaería sobre ella