Frente a las manifestaciones del terrorismo como las ocurridas ayer en la céntrica carrera Séptima de Bogotá, la única respuesta posible es el rechazo contundente por parte de las personas de bien, solidaridad completa con los afectados y apoyo irrestricto a las autoridades y organismos del Estado.
El factor sorpresa, propio de la cobardía con que actúan los terroristas, no puede ser el motivo que nos petrifique y nos inmovilice, sino todo lo contrario. Colombia les perdió el miedo a los violentos. Las voces de rechazo unánime a lo que ocurrió en la Capital de la República son síntoma inequívoco del hastío ante la barbarie en la que pretenden mantenernos guerrilla, bandas criminales y narcotraficantes, todos juntos.
La prudencia, temple y prontitud con que actuó el Presidente Juan Manuel Santos, desde el mismo momento en que sucedieron los hechos, contribuyen a mitigar el pánico que desencadena toda manifestación de terror, y nos recuerdan que el país sigue bajo una amenaza real de grupos armados ilegales que combinan todas las formas de lucha. Ahora, no para tomarse el poder por la vía armada, sino para dejar la falsa sensación de que todavía tienen margen de maniobra para contrarrestar la implacable persecución y sometimiento de una política de Seguridad Democrática que, hoy más que nunca, hay que revitalizar y mantener en alto.
En estos momentos en que el país respira optimismo y confianza por los logros alcanzados durante la administración Uribe y ante el mandato de prosperidad que nos ofrece el Presidente Santos, resulta fundamental no ceder un milímetro. Nada de apaciguamientos, como lo advirtió el saliente Jefe de Estado.
La solidaridad que ha expresado la comunidad internacional con Colombia debe dar paso a acciones concretas y efectivas para cerrar los pocos espacios que aún les quedan a los terroristas, dentro y fuera del país. El único plan de paz que demandan los colombianos pasa por la derrota de los violentos, por la razón o la fuerza, no por la cohabitación con ellos.
Esta vez, como tantas veces lo hicieron en el pasado, los enemigos de la institucionalidad quisieron hacer más daño, atacando en una zona donde están ubicados reconocidos medios de comunicación como Caracol Radio y la agencia de noticias EFE y buscar una sobreexposición mediática del terrorismo y, por ende, un efecto mayor de intimidación e incertidumbre sobre la sociedad. Esa es una estrategia tan caduca y cobarde como sus actos. Sin embargo, no deja de ser igualmente peligrosa.
De ahí que sean pertinentes y necesarias las recomendaciones hechas por el propio Gobierno, en el sentido de no bajar la guardia ni un solo segundo. El terrorismo se neutraliza y mitiga con inteligencia de los organismos de seguridad del Estado y una colaboración ciudadana oportuna y permanente.
El punto de inflexión en que está el país para derrotar a los violentos debe ser la razón suficiente para avanzar sin vacilaciones ni temores hacia la prosperidad que necesitan y merecen los colombianos de bien. No será sobre los escombros y vidrios rotos que deja el terrorismo, sino sobre la solidaridad y valentía de todos, que haremos realidad ese nuevo amanecer para Colombia.