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Árbol familiar

  • Ana Cristina Restrepo Jiménez | Ana Cristina Restrepo Jiménez
    Ana Cristina Restrepo Jiménez | Ana Cristina Restrepo Jiménez
20 de julio de 2010
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Mi bisabuelo era Alejandro Panesso, dibujante y ebanista.

En 1925, cuando el primer censo mundial de automóviles indicó que en el planeta rodaban veintidós millones setecientos mil carros; mi bisabuelo empacó baúles y, a lomo de bestia, desde Sonsón, cruzó la agreste geografía del Oriente antioqueño hasta el Valle de Aburrá.

Su mujer, Teresa Robledo ("Nanita"), y doce hijos, lo acompañaban. La noche antes de llegar, la caravana se echó a dormir en la posada del camino del Alto de las Palmas: desde allí no se atisbaban regueros de luces trepando la montaña ni la ruana de contaminación que hoy cubre la ciudad.

Sin el acoso de pagar doce colegios bilingües o comprar pantallas con cables para mantener callados a sus críos, mi bisabuelo se dedicaba a tallar. Hacía altares, como el de la iglesia de La Inmaculada, en Manrique, y caballitos de juguete.

Vivía de la madera. Del árbol, el sustento. Del árbol, la diversión.

Mi abuela era Maruja, rama del árbol de Alejandro y Teresa. Como no entendía de espacios "reservados" para la expresión del pensamiento, un día publicó sus escritos en un suplemento literario. Y como tampoco le jalaba al cuento del príncipe azul, mientras otras dormían el hechizo de cien años, mi abuela me leía las andanzas de Hercule Poirot (detective de Agatha Christie).

Mi tío abuelo es Antonio, cuya memoria más remota quedó anclada en su escuela, vecina de un templo gótico que un terremoto dejó hecho polvo. Filósofo egresado de la Universidad de Antioquia, se especializó en Europa y, al regresar a Colombia, se dedicó a enseñar y a escribir.

Esculcó en los cajones de la literatura universal para adoptar sus otros "yo": Pangloss (Voltaire), El Caballero de la Tenaza (Quevedo), Temas de Nuestro Tiempo (Ortega y Gasset).

La sátira de sus columnas revelaba las huellas de G.B. Shaw y Chesterton. Su capacidad argumentativa y vasto conocimiento pasaron por El Correo, La Defensa, El Tiempo, El Espectador y The Economist ; programas radiales y de televisión.

Lucas Caballero Calderón, Klim, dijo: "Antoñitos como Antoñito Panesso sólo hay uno; cuando las enciclopedias lo ven, se les ruborizan todas las páginas, avergonzadas de su ignorancia".

Hace algunos años, la naturaleza, celosa de su luz, le jugó al tío Antonio la misma pesadez que a Jorge Luis Borges. Por eso no puede leer, la radio es su gran contadora de historias.

El árbol de Alejandro Panesso es frondoso. De algunas de sus ramas brotamos herederos de la pasión del bisabuelo: la artesanía.

Del árbol, la madera. De la madera, el tablón y el papel.

El bisabuelo con la gubia, sus descendientes con la pluma.

Somos artesanos. Fabricantes de altares y juguetes. Adoramos las palabras y jugamos con ellas.

En Bogotá, con 92 años y bajo cuidados médicos, está el último -con vida- de la caravana. La copa del árbol familiar. Punto de referencia del periodismo colombiano.

Antonio Panesso Robledo sigue lleno de luz, con los pensamientos en flor. Y, como un roble inmenso, de sombra protectora, sus raíces abrazan la tierra que no quiere dejar.

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