Ya decía John Stuart Mill que el sentido de la justicia era uno de los asuntos que dejaban ver los arraigos más fuertes de los seres humano, que a este fin dedicaban gran parte de sus energías. Y si se trata de justicia distributiva, a la intensa búsqueda de la justicia se unirá una demanda totalmente secular de reclamar al Estado una mediación a favor de "todos", especialmente de aquellos que quedan por fuera de las oportunidades, en este caso de reconocimientos civiles, lucha por los derechos, participación en los mercados, o sea, que la justicia distributiva se encuentra en el centro de la vorágine desatada por el reparto de los bienes de la sociedad igualitaria pero profundamente inequitativa.
Así ética y política se unen problemáticamente en el concepto de justicia distributiva, que de entrada significa capacidad de acceder a los beneficios de la vida en común, tanteo permanente por no ser excluidos en los ámbitos relevantes sociales e individuales, de allí que la pregunta sobre la competitividad y su papel frente al desarrollo nos lleva a la pregunta acerca del modelo de crecimiento y el papel que juegan respecto a él el Estado y el mercado.
Crecimiento con equidad es una utopía ya que el fin de la actividad económica no es la justicia sino la maximización de los beneficios, y aún con una intervención decidida y coherente del Estado apenas se lograría paliar las brechas profundas y crecientes que arroja la actividad económica en una sociedad regida por las ideas neoliberales. El sentido ético del desarrollo como lo proponen autores como Amartya Sen sería por lo tanto un horizonte normativo más que lejano, imposible.
Crecimiento con justicia distributiva significaría que el Estado puede legítimamente realizar acciones compensatorias que financiaría toda la sociedad, -en este caso la sociedad de mercado- con lo cual el fin de la maximización de utilidad se desdibujaría como proyecto para el conjunto de la sociedad y ni siquiera podemos intuir como sería esa sociedad justa hoy, con una sociedad civil efectiva, una ciudadanía actuante, con una búsqueda de la equidad efectiva. Aquí el sentido político tomaría un rumbo incierto originado por la pregunta escueta pero clara ¿Y quienes pagan en una sociedad así?
De aquí podemos colegir que la búsqueda de mayor competitividad de una economía, pasa necesariamente por la definición y jerarquía de los valores que se busca realizar, y este concepto como muchos otros nos dejarán un dilema: ¿Buscamos un crecimiento efectivo pero justo, o ya nos es suficiente la retórica de la vía del crecimiento real y equitativo en nuestras sociedades bajo la apoteosis del mercado?
*Profesora, Departamento de Economía- U. de A.