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HISTÓRICO
De los guayos a la escoba
  • Álex Vega
    Álex Vega
  • Willington Ortiz.
    Willington Ortiz.
  • Todos los días, a la 1:00 p.m. Álex y Willington recogen sus zorras (carros de basura) en Zona Centro. La de Álex es la 208 y la de Willington la 205.
    Todos los días, a la 1:00 p.m. Álex y Willington recogen sus zorras (carros de basura) en Zona Centro. La de Álex es la 208 y la de Willington la 205.
  • Álex Vega está muy ubicado en su nuevo oficio de escobita, pero Willington Ortiz todavía recuerda mucho a sus ex compañeros de selecciones Antioquia Roberto Carlos Cortés, Juan Carlos Quintero y Elkin Murillo.
    Álex Vega está muy ubicado en su nuevo oficio de escobita, pero Willington Ortiz todavía recuerda mucho a sus ex compañeros de selecciones Antioquia Roberto Carlos Cortés, Juan Carlos Quintero y Elkin Murillo.

  • A Willington Ortiz y Álex Vega el fútbol les hizo una mala jugada.
  • Los dos terminaron de escobitas en Empresas Varias.
  • Ortiz tuvo 200 juegos profesionales y Vega jugó Mundial Prejuvenil de Japón.
Por
Jaime Herrera Correa
Medellín

Hasta hace poco, sus herramientas de trabajo eran un par de guayos y dos espinilleras. Hoy se ganan la vida con una escoba. Y a ella le suman una pala, un rastrillo, una zorra, 20 bolsas plásticas y un cono reflectivo.

Pero claro, es que antes se ganaban la vida jugando en una cancha de fútbol, a lo bien. Hoy sus manos y sus pies son fundamentales para conseguir el sustento de sus familias y, en vez de las camisetas de los equipos, se visten de overol gris con letras de color naranja.

Willington Ortiz y Álex Vega, ex futbolistas, jugadores de primer nivel, con recorrido, con "cancha", reconocen que hasta hace poco por su mente sólo pasaba triunfar pateando la pelota, ganar lo suficiente para conseguir una casa y asegurar un bienestar para los suyos.

Álex y Willington apenas habían utilizado la escoba de niños para jugar al caballito y de jóvenes para hacer bromas. Hoy casi le rinden culto como "escobitas" de las Empresas Varias de Medellín. Pero sin pena, sin vergüenza, porque llevan una vida digna y no tienen que rezar para que les paguen las quincenas como en los equipos en que militaron.

Aquellos domingos de partido y semanas de entrenamiento ya no están más. Hacen parte de un pasado agridulce, porque ahora los dos futbolistas son seres anónimos, sin fama. La calle San Juan, entre la Oriental y la Alpujarra, es su nuevo campo de acción.

Willington reconoce que se siente extraño porque nunca visualizó el presente que vive. Antes ni se preocupaba de que hubiere o no basura en las calles. "Trabajar dignifica, jamás lo deshonra a uno, pero después de tres meses en esta labor, apenas me estoy ubicando, porque jugar ocho años en el fútbol y terminar barriendo las calles de Medellín es un cambio que se nota, y mucho".

Álex recuerda como si fuera hoy su paso por Independiente Medellín y el Mundial Prejuvenil de Japón, en 1993. "Nunca me vi en el plan de escobita, pero al ver que los equipos no hacían más que incumplir con los pagos busqué otra forma de subsistir y por fortuna Empresas Varias de Medellín nos dio una mano y evitó que hiciéramos parte del desempleo".

A Willington (homónimo del lejendario jugador tumaqueño) su pequeño hijo Alejandro todavía le pregunta cada que sale "¿papi, ya va a entrenar?" Y la hija de Álex aún no entiende por qué Fredy Totono Grisales juega en Argentina y su papá no, si ambos actuaron juntos. Duro, pero ellos dicen que tienen que trabajar para poder comer en casa.

Le costó mucho
Willington debutó a los 16 años en el fútbol; después de jugar el Suramericano Juvenil de Chile de 1997, bajo las órdenes de Félix Valverde Quiñónez, llegó un viernes y de una el técnico Nelson Gallego lo concentró con Deportes Quindío para jugar al domingo.

La ida al Festival de Toulon, gracias al llamado de Javier Álvarez, y una gira con Colombia por Sudáfrica, le hicieron pensar a este turbeño de 26 años, criado en Niquía, que el balompié le iba a dar la gloria.

"Fue un comienzo muy lindo y aunque ganaba poco, siempre tenía la ilusión de llegar a un equipo grande. Después jugué en Cortuluá, Pereira, Huila y el Bello de la Primera B, pero la plata no se vio. Excepto Tuluá y Pereira, los demás me quedaron debiendo y cada quincena me tenía que esconder de los tenderos del barrio, porque no tenía con qué pagarles", recuerda Ortiz.

Las cosas se pusieron tan duras para este enamorado del fútbol de Ronaldo, que este año terminó jugando amistosos en fincas y barrios por cualquier peso y esperando que los más amigos le tendieran la mano con algún billete para reunir, al menos, la plata para la comida de sus pequeños, Angie y Milena (de 5 y 4 años).

Cuando los ex compañeros lo encontraron barriendo se sorprendieron y "todos se morían de la risa viéndome de escoba, pala y overol gris, pero a la vez me felicitaban por mi personalidad y me animaban, diciéndome que esto era un paso porque todavía tengo mucho para brindarle al fútbol de Colombia. Aún me digo en el espejo: es muy raro ver un futbolista recogiendo basura, pero está en juego el sustento de mi familia".

Fácil adaptación
Álex ya suma cuatro años en el oficio. Su cara de satisfacción es similar a la que tenía en 1993, cuando fue campeón suramericano Prejuvenil con la Selección de Germán Basílico González. "Es más, asegura, "esto sí es estabilidad laboral, no como en el fútbol que no le pagan a uno por su trabajo y hay que aceptar injusticias para poder llevar mercado a la casa".

Todavía jugaba en la Primera B con Bello cuando le ofrecieron trabajar como mensajero en una empresa temporal que tenía que ver con la recolección de las basuras. En la mañana entrenaba, en las tardes trabajaba y los fines de semana jugaba. Eso lo hizo hasta que pasaron varias quincenas, y en el equipo y nadie daba razón de su plata, ganada con sacrificio.

"Mi hija me reprocha porque yo no triunfé como Totono Grisales, pero yo le digo que él tuvo más suerte, dio con alguien que le colaboró y yo no tuve esa fortuna. También le cuento que el trabajo de escobita no lo cambio por nada, porque tengo estabilidad, disfruto lo que hago y aporto mi granito de arena para que Medellín sea la ciudad más limpia del país".

Este volante recuperador, de 28 años de edad, integró tres selecciones de Antioquia. En su casa, él que es admirador de Leonel Álvarez, tiene recortes de prensa que le recuerdan su participación en los Juegos Bolivarianos, el Mundialito de Venezuela y el Mundial de Japón.

Eso es pasado y Álex lo tiene presente: "el fútbol ya es un caso aparte para mí, porque mi vida está de escobita y créanme que disfruto y me siento orgulloso barriendo por la calle San Juan, porque estoy haciendo una labor para la sociedad y ahora tengo muchas cosas buenas, todo lo que no fue capaz de brindarme el fútbol".

A ambos, el fútbol los sacó de taquito y les hizo un autogol, pero la vida da revanchas y entonces Willington Ortiz y Álex Vega sueñan con ver a sus hijos triunfando, vestidos de cortos y recibiendo aplausos. Mientras eso ocurre, los dos seguirán ganándose la vida barriendo la ciudad, no importa que de vez en cuando sientan como cachetadas los insultos de aquellos que les gritan con descaro que "el día que nosotros dejemos de tirar la basura al piso a ustedes se les acabará el trabajo".

Su nuevo jefe, los valora como personas
Antes, Willington y Álex tenían como patrones a los técnicos, ellos les pedían marca, agresividad, dinámica y trabajo colectivo. Ahora le tienen que rendir cuentas a Raúl Restrepo, quien es el jefe de la Zona Centro de Empresas Varias de Medellín. Si debe estar pendiente de su trabajo, es un admirador de los dos ex futbolistas y asegura que "es un honor contar con ellos en nuestra empresa, pero creo que es un desperdicio porque estos muchachos tienen mucho talento y han demostrado personalidad y responsabilidad y mantienen sus sectores muy limpios".
La entidad cuenta con 196 escobitas vinculados, entre ellos Álex y Willington, además de los que trabajan con empresas temporales. Los dos deportistas manejan un turno fijo de 1:00 a 9:00 p.m. en el sector de San Juan, donde tienen que pasar unas cinco veces recogiendo la basura. Aunque "en ciertas ocasiones los ponemos de tripulantes -los que van en los automotores recolectando las bolsas de basura- para que cambien de ambiente".
Raúl Restrepo no entiende cómo el fútbol no les respondió a estos dos muchachos, pero igual se siente feliz, porque el equipo recreativo de Empresas Varias tendrá talento para buscar el título en el campeonato de Comfama.

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